Te fuiste.


Triste pero no traumático, y mirada a otro lado como continuando haciendo algo…. Eso digo cuando tengo que explicar a otros como me siento, respuesta ensayada, intentando convencer de que continúo pese a todo con normalidad, con esa aparente fuerza que dicen que me caracteriza y que solo es opacidad.

¿Cómo voy a continuar con normalidad? No ha sido inesperado que te murieras, aunque tampoco era previsible que fuera tan pronto. Pobrecilla… siempre en tu tristeza, atrapada en esas decisiones incomprendidas, en esa salud delicada que tanto te esforzabas por maltratar.

No ha sido fácil conocerte a veces, pero nada ha quedado pendiente por hablar, y no te cambiaría. Tal vez yo tenga apariencia de fuerte, y tú todo lo contrario. Pero yo sé que no ha sido así. Te he visto luchar ferozmente por lo que realmente has considerado importante, siempre primero por nosotros, y luego por ti. Te he visto en todas esas batallas perdidas que poco a poco te han ido desgastando, siempre desanimada, deprimida, agotada, pero eras capaz de encontrar energía infinita cuando hacía falta, hasta que te dio por no despertar aquella tarde. Puede que me alivie un poco que después de tanto sufrir aparentemente el fin haya sido tranquilo, me dijeron que parecía que estabas durmiendo tranquilamente en el sofá.

Has luchado por mantenernos unidos, como lo estamos, incluso por aquellos en los que las circunstancias habrían separado para siempre. Ese fue tu orgullo y tu obra, nada fácil, ese es tu legado madre, y una gran lección. Y aunque estemos repartidos y separados por la distancia. Allí estábamos todos al día siguiente, después de tiempo sin vernos, entre abrazos, risas y alguna escapada para llorarte.

Sé que te habría gustado vernos: Paella en el campo, con la casa llena durmiendo aquella noche como podíamos. Los niños afilando palos y haciendo armas como pequeños salvajes, obligándome a cortarles romero para llenar calcetines o no sé qué cosa, haciéndome  llevadero el peso de esas cenizas que ya me dijiste hace tiempo donde tengo que liberar. A ratos me paraba a pensar que es por ti por lo que estábamos todos allí, pero no porque te habías muerto. Estábamos todos allí como consecuencia de que tú habías existido. Entre el barullo y el cariño, lo que más veía era tu ausencia sentada en el sofá y sonriendo, contenta de que estuviésemos allí.

Cuanto me haces falta todavía. Cuanto echo de menos poder coger el teléfono y que te pongas pesada hablando de tus perritas, o de cualquier otra cosa; o esas veces en las que nos poníamos a hablar claro sobre algún problema y en la que presentabas con fuerza realmente quien eras. No concibo una madre que no sea así: Cariño incondicional, orgullo por otros y sacrificio mezclado con incoherencias que me ponían de los nervios.

Todavía hago el gesto de coger el teléfono en esos intervalos de tiempo que encontraba para llamarte, Intento entender que ya no estás y que nunca más lo estarás. Que el tiempo disponible contigo se terminó. Que ya no me darás esa alegría y ese abrazo cuando me veías después de siempre demasiado tiempo y que tan pocas veces han sido ahora que veo que te has marchado… supongo que lo repetiremos en sueños.

Quiero que al pensar en ti se me escape una sonrisa, aunque venga acompañada de lágrimas; que tu recuerdo sea agradable y bienvenido cuando aparezca; y que aunque no estés, te sientas orgullosa de nosotros, de lo que has hecho en tu vida.

Tú tranquila que ya he quedado con mis hermanas en que a partir de ahora seremos nuestras madres, no estaremos solos. Seguiremos siendo partes de ti cuidando de nosotros.

Deja un comentario