Tras un mes en «El Camino del Norte»


De San Sebastián a Finisterre

(15 de Mayo a 13 de Junio de 2016)

Hace unos pocos días que volví, ayer el primer día que trabaje… me sentí deambulando toda la tarde por el supermercado que suelo vigilar. En ese estado neutro, inerte y ausente de mi mismo en el que suelo estar la mayor parte del tiempo cuando me disfrazo.

Estoy en esa etapa en la que me siento algo raro, desordenado por dentro, tras un mes andando a pie una distancia de casi 900 km desde San Sebastián a Finisterre. No estaba seguro de poder hacerlo ya que anteriormente he tenido bastantes problemas físicos en estas situaciones. Pero me sentí muy fuerte a los pocos días, mi cuerpo y mi mente se adaptaron bien y acabé haciendo etapas de entre 30 y 40 km, o la última a Finisterre de 50.

Hace un par de años que empecé a hacer el camino de Santiago, entonces cumplía con el típico perfil de corazón roto arruinado que decide perderse para ver que hacer con su vida. Nunca había estado más de once o doce días seguidos, y siempre me quedaba con ganas de más. En esos caminos encontraba una gente extraña, con una mirada serena al horizonte, color de piel oscuro y un andar firme adaptado al peso de sus castigadas mochilas. Eran gente que ya llevaban sobre un mes haciendo eso de convertir su vida en levantarse y caminar. Tenía ganas de disfrutar de esa experiencia, así que este año decidí coger el mes completo de vacaciones y emplearlo en eso mismo.DSC_0623.JPG

Las experiencias anteriores me sirvieron para saber lo que necesito. Cuando llegó el día, con impaciencia, poco después de terminar mi jornada laboral, me subí a un autobús que me dejaría en San Sebastián a las 6 de la mañana… y allí empecé a caminar.

Nunca había estado en la mayoría de los sitios que visitaría durante ese mes. Llevaba mi libreta donde pensaba apuntar todo lo que viviría y pensaba, como suelo hacer en estos viajes. No es una obligación, si no que simplemente me apetece a veces. Aunque últimamente escribo menos. Supongo que ya me adapté a mi corazón roto y no estoy normalmente triste… parece que la tristeza es mi mayor inspiradora, aunque no la única.

Los primeros días eran similares a las anteriores veces que estuve en el camino: Sensación de libertad tras romper con la rutina, sitios nuevos, conocer gente… muy buena gente. Caminar por la mañana, risas y vino o sidra por las noches. Algunos momentos solitarios, caminar solo, ampollas, caminar acompañado…

Elegí el Camino del Norte por ser menos turístico que el Francés, que ya había recorrido en su mayoría. Desde el principio los paisajes eran espectaculares. La gente del País Vasco muy peculiar, en un buen sentido. Había poca presencia de albergues, y algo caros… Notaba que había cierta presión por llegar antes que otros peregrinos para encontrar plaza. No iba allí a sentir ninguna presión así que cuando pasé a los pocos días por Bilbao me acerqué a una tienda deportiva y compré una tienda de campaña y una colchoneta hinchable. 2,5 kg más que añadiría a mi mochila a cambio de más sensación de libertad. Voy a ir a mi ritmo, llegaré cuando quiera, y si me apetece o no tengo más remedio, montaré la tienda y dormiré en el lugar que me plazca… que sea o no legal, me da lo mismo.

Disfruté de tres extrañas noches muy especiales en esa tienda.

No éramos muchos peregrinos pero más de los que esperaba. Todos nos conocíamos más o menos, aunque fuera solo de vista. Otros nos fuimos uniendo más y esos días fueron una mezcla de reencuentros, despedidas y más reencuentros.

Yo encontraba mis ratos para escribir en la libreta lo que me iba sucediendo, las cosas que iba pensando… metódicamente. Siempre con las secuelas de esa vida que tuve en la que intentaba registrarlo y controlarlo todo.

Tras unos diez días de estar allí hablaba con mi gente, que ya sentía como hermanos, lo curioso que era el hecho de que las reglas del tiempo cambian cuando eres solo un caminante. Parecía muy lejano el día en el que empezamos a caminar, como el día en el que nos habíamos conocido. Y mucho más el día en que todo esto acabaría. Definíamos ese conjunto de sensaciones como el “vivir una vida dentro de una vida”. Estas conversaciones desaparecieron con el tiempo porque la sensación se convirtió en nuestra vida habitual. No era algo destacado. Tras unos días más, al encontrar a nuevos peregrinos que te hablaban ilusionados sobre estas sensaciones que tenían, te sorprendías porque percibías la conversación como algo banal, como hablar del sol que hace.

Al principio también era curioso saber por la cantidad de poblaciones que íbamos pasando. Pero llegó un momento en el que ya me daba igual. Las poblaciones se convirtieron solo en agrupaciones de casas y personas por entre las que yo caminaba. Tampoco sabía el día de la semana en el que me encontraba… me sorprendían los domingos porque de repente me encontraba con las tiendas cerradas, en aquellos lugares en que había alguna.

Creo que llegué incluso a acostumbrarme más a las vacas que a las personas. Recuerdo muchas miradas curiosas de vacas, no son miradas vacías… son miradas de consciencias. Y me hacían pensar sobre algunas cosas que hacemos con nuestro mundo. Fui un tiempo vegetariano, durante unos seis meses… No podría comer carne si fuera yo el que tuviera que destruir esas miradas. Que cómodo y cobarde es comprar la carne en bandejas.

No pasó muchas veces pero de vez en cuando cruzábamos alguna ciudad más grande. O incluso monstruos industriales como Gijón. Había momentos en los que andaba por la carretera y me asustaban los camiones cuando pasaban a mi lado. El aire lo notaba más tóxico que nunca. Sentía un poco de asco por estar allí. Esta vez ignoré las etapas planificadas que encontraba en algunas guías y, a no ser que no hubiera más remedio, evitaba las ciudades grandes y pernoctaba en aldeas o pueblos pequeños. No buscaba turismo, museos o catedrales. Con pasar por delante y dedicarles una mirada tenía bastante. En Guernica fui a un museo y me sentí absurdo.

Mi cuerpo, como decía, se adaptó bien. Pero hubieron etapas muy duras que me pusieron a prueba. Aprendí a reconocer y manejar estados de ánimo con los que no estaba tan familiarizado. El agotamiento físico te influye mucho más anímicamente de lo que te puedes imaginar. La visión del mundo cambia completamente entre antes y después de sentarse diez minutos y tomarte un puñado de frutos secos, una manzana o un trozo de chocolate antes de seguir caminando unos kilómetros más. Creo que me crezco en situaciones adversas y cuando aparece como posible la opción de abandonar, con dolores, lluvia y agotamiento frente a una pendiente que veo subir y que no sabes cuando acabará a diez kilómetros del final de la etapa, es cuando me siento más fuerte. No me gusta perder … – No podrá conmigo. – me decía, como si tuviera algún enemigo imaginario al que vencer.

También me sorprendo a veces llorando: Pequeños sollozos, alguna lágrima… Tal vez zonas oscuras de ti mismo con las que te tropiezas en el camino, o el agotamiento… Esos estados de ánimo casi desconocidos de los que hablaba. Realmente no sé porqué pasa, pero sé que nos pasa a todos. También encuentras abrazos, besos, cariño de gente que no volverás a ver y de la que te despides sin tristeza, o ni siquiera te despides. También cambian las normas sociales.

Sin la gente la experiencia se quedaría algo vacía en esta vida dentro de una vida. Conocí muy buenas personas, como ya he comentado. Incluso alguien que arañaba una parte no recuperada en mí. Puedo ser muy fuerte ante situaciones adversas, de riesgo, ante personas conflictivas en mi trabajo. Pero me venció inesperadamente una pequeña italiana de 23 años. Una chica con el corazón roto y con una fuerza que me sorprendía.  Despertaba en mi cierta obligación de protegerla por su falsa apariencia de fragilidad, y era como mi pequeña hermanita del camino. Pero hubo un día en el que nos encontramos dándonos cariño en la misma tienda, y ahí empecé a perder un poco el control sobre mí mismo. No me gusta sentirme vulnerable, pero tampoco me gusta perderme experiencias por mi miedo. Pasamos buenos ratos, dormimos algunas noches, pero no soportaba el cambio de estados de ánimo que ella tenía. Ya tenía bastante con los míos. Recibía gestos infinitamente tiernos y cariñosos y en un instante me encontraba con una mirada apartada. Entre esos estados yo con mis cicatrices. Hubo momentos de reírme de mí mismo en la soledad impresionado por mis sensaciones – ¡Que tienes 37 años!- me decía -¿Cómo puedes estar jodido por una niña de 23? – Pero sé que nunca he dejado de ser un niño, y menos en el terreno sentimental.

Así que parte de este camino se convirtió en momentos de cordura o locura, no sé bien, en los que decidía avanzar y dejarme este tema detrás. Pero para mi sorpresa me la encontraba dos días después… La niña se había hecho 50 km, o había cambiado de idea en el último momento y en lugar del desvío al camino primitivo había decidido continuar por el del norte… Le decía bromeando que era como una ampolla que me salía de vez en cuando en el camino. O que seguro que era un producto de mi imaginación y que en ese momento la gente me estaba viendo hablar solo.

Así de pronto no sé la cantidad de veces que intenté escapar de ella, que tuvimos un cariñoso reencuentro y que de pronto volvía a sentirme ridículo por estar soportando las mareas de un joven corazón roto que más que gustarle yo le gustaba como le hacía sentir… yo ya conozco estas cosas. Logré distanciarme unos pocos días antes de terminar el camino. Sin perder nunca el contacto y buscando más veces de las que quisiera su pequeña silueta en el horizonte. Pero pese a las tensiones sentimentales siempre primó el cariño y la amistad con esta chica. Lo otro fue una interferencia molesta que se me fue de las manos, o no… da igual. Pero no lo veo como algo negativo. ¿Que mejor sitio que este para indagar en esa parte de mí? Además, me he sentido muy bien la mayor parte del tiempo, y no sentirse bien siempre, no es algo malo… es la realidad.

La última parte del camino fue algo más solitaria. Seguía viendo gente conocida pero sin sensación de hermandad, salvo por la pequeña italiana que había estado ahí desde el principio.

Ya había dicho que doce días en el camino te produce cambios en la percepción del mundo, pero hay más cambios cuanto más tiempo llevas: Me desprendí totalmente de mi mismo. La sensación de indiferencia ante muchas cosas aumenta. Incluso dejé de escribir el diario a los quince días aproximadamente… además, escribía prácticamente de lo mismo. Pero sobre todo dejé de escribir porque ya no me apetecía. Hay una extraña sensación de rutina, pero que no es exactamente tal y que aparece a partir de los 20 días. Tampoco hacía fotos, no había ya casi nada nuevo, ni necesidad de registrarlo… pero me encontraba cómodo, bien, aunque algo solitario. Hay una gran barrera por el idioma si no te defiendes bien en inglés, aunque he mejorado bastante en este punto.

Tras creo que unos 27 días de camino llegaba a Arzúa. Donde el camino del norte se unía al Francés. Y la sensación una vez superada esta población fue algo parecido al horror. Todo lleno de turistas disfrazados de peregrinos, llenos de souvenirs colgando de sus pequeñas mochilas… No veía peregrinos de verdad. Incluso alguno paraba para hacerme algo así como una entrevista, si había acampado por ahí, que cuantos km llevaba… poniendo cara de un asombro que yo no merecía. Cada dos km un bar lleno de gente, muchas bicicletas… No recuerdo que fuera esto tan masivo cuando pasé por aquí hace dos años, o puede que sea la sensación derivada de estar tantos días en los que prácticamente solo he visto vacas. Pero fue muy desagradable. La llegada a Santiago no fue mucho mejor. Me senté un rato delante de los andamios de la plaza del Obradoiro, rodeado de una especie de evento preparado para niños en los que había una chica cantando y vehículos de la policía y bomberos haciendo sonar de vez en cuando sus sirenas. A dos metros de mí un quad de la policía en el que se turnaban los niños para subirse encima y girar el acelerador… duré cinco minutos ahí antes de levantarme y caminar los diez km más que me permitieron las fuerzas hasta llegar a un pequeño albergue. Por suerte, después de Santiago de nuevo el camino se percibe más real.

A veces me encontraba en ese estado de “luchando contra el reto” sacando energía de algo parecido a la rabia, en tensión… y de repente me daba cuenta de que me estaba perdiendo el placer de caminar y me proyectaba solo en la meta. Hubo un día en el que me sentí así y  de repente extendí mi pañuelo en el suelo al lado del camino y me dejé tirado ahí como dos horas: inmensamente relajado, solo con el ruido de los pájaros y con la mente casi en silencio. Me fundí con el entorno… Me hacía gracia que algunos peregrinos que pasaron por delante ni me vieron pese a casi pisarme, porque se encontraban en el estado en el que yo estaba un rato antes.

El último día hacia Finisterre me pasó algo parecido… Toda la mañana por montaña empapado por el mal tiempo que hacía. Niebla que apenas te deja ver y esa lluvia extraña de Galicia que más que lluvia son unas gotitas gruesas suspendidas que subestimas pero que te van mojando incluso por dentro, te enfrían, te mojan los pies y empiezan a doler… La etapa sería de unos 50 km y llevaba unos 35 cuando llegué al mediodía a la población costera de Cee. Pense que sería bueno comer un poco y acabar con los 15 km restantes. El primer bar que encontré estaba lleno de peregrinos.. pasé de largo. Había otro más adelante en un estado similar e hice lo mismo. Finalmente me recomendaron una mesón cerca con un menú. Entré y le pregunté al camarero si tenía algo rápido para comer. Me respondió que rápido no, bien… Le dije que pensaba comer algo rápido y continuar los 15 km que me quedaban hasta Finisterre. Entonces me miro fijamente y me dijo –Mira… Lo que tienes que hacer es quitarte todo eso que tienes encima, sentarte ahí, relajarte con un café o algo y luego decides que haces… – Yo me quedé sorprendido porque no era consciente de mi nerviosismo y le respondí tras pensar un momento – Tienes razón. – Entonces me quité la mochila, el impermeable, el pañuelo… me pedí una copa de vino tinto y me senté fuera a relajarme. Me sentó genial. Tuve que esforzarme por no llorar en ese momento en el que paré. Luego entré y me tomé un caldo caliente de primero buenísimo y un plato de carne con patatas mientras veía Los Simpsons, postre, café y tras un momento descansando empecé a ponerme todo de nuevo. – ¿Vas a seguir hasta Finisterre?¿No te quedas entonces? – Me preguntó el camarero – No, seguiré hasta Finisterre – Le respondí. Y tras pagar le dije –Muchas gracias. – Él sabía que no se las daba por la comida. Y nos despedimos, lo hubiera abrazado… Ese último día fue algo raro, siempre lo es.

Fue duro llegar a Finisterre, todo continuaba cubierto por la niebla. Encontré un albergue en el que me duché y descansé un momento antes de continuar con los tres km que me quedaban hasta el faro. Al llegar vi que esta vez no podría ver la puesta de sol, pero me dio igual, por lo menos no llovía. Me senté solo en las rocas, hice un pequeño fuego y me tomé una cerveza antes de soltar ahí mismo una parte de las cenizas de mi madre que había llevado durante todo el camino. Sé que el llevarlas y ese ritual que tenía previsto me dio fuerzas en los momentos en que las necesitaba.

Cuando estaba bajando volviendo al pueblo la niebla empezó a despejarse… y yo me encontraba muy tranquilo, relajado por fin. Fui a una pizzeria porque me apetecía una buena pizza y algo de vino, estaba riquísima. Luego dormí muy bien antes de pasarme el día siguiente volviendo a casa.

Esta vez no me quedé con ganas de más camino… no es que tuviera ganas de acabar, pero ya con esos días fue satisfactorio. Esta vez creo que tardaré algo en volver pero he aprendido mucho sobre lo que realmente me hace falta para seguir viajando en otros lugares. De lo que estoy seguro es de que ya no podré hacerlo de otra forma que no sea con una mochila e improvisando la mayor parte del tiempo, buscando estar lo más cerca posible de la utópica libertad.

4 pensamientos en “Tras un mes en «El Camino del Norte»

  1. Normalmente no dejo comentarios, entre otras cosas xq pienso que no los van a leer, pero veo que eres una persona que lleva con sus blog años! Así que seguro q sí. El post que me trajo fue el de ruptura tras 13 años. Estoy en una situación complicada, sé que tengo una persona al lado muy especial a la que no quiero perder, pero que me ha fallado y me ha roto toda idea romántica sobre el amor y luego estoy yo… Q ante eso en vez de luchar… Me enamoro de otro, él cual pasa de mí xq no quiere ser el culpable de una ruptura de 13 años de pareja… Y no lo es. En fin, un desastre de panorama en el que me pregunto varias cosas:
    Como puede ser que no sea capaz de perdonar al amor de toda vida? Con quien siempre quise tener hijos y casarme y ahora no sienta eso?
    Que cojones hago enamorada de otro… Que realmente si me quisiera no me hubiese dejado escapar? Y que me borra de su agenda xq no soporta ver mi nombre, pero tp me quiere cerca…
    Como puede ser q tras desenamorarme de mi primer novio, para el único que tenia ojos… Ahora me sienta TAN atraida x tantos otros chicos sexualmente hablando?
    Te pasa a ti tb que crees que casi nadie en este mundo es realmente interesante? Yo si un chico es guapo pero no tiene ese «algo» no puedo… De hecho del que estoy enamorada es normalito pero… Me hacia sentir genial.
    Soy una mala persona?
    Cuanto tardará esto en arreglarse? Yo solo quiero volver a estar con mi primer novio como siempre y lucho x reenamorarme pero… En cuanto vuelve el otro chico, solo con mensajes o con confesiones tipo «no te puedo olvidar» me deja mal días…
    Al final acabare sola, perdiendo al mejor, siendo una capulla y sin haber sabido recuperar lo que una vez tuve. Me siento como lo peor, él vale mucho pero… Mi corazón es un capullo y mi curiosidad x estar con otros… Soy lo peor. Yo hace 2 años me encantaba, vivía enamorada cada día, el era mi centro y yo el suyo… Hasta q me sentí sola, nos distanciamos y abrí los ojos, aguantaba cosas q no debía y se las consentía x amor, ahora ya no las hace pero yo… Ya no estoy igual y le avise un año entero y pasó… Estoy asustada y perdida e incluso me disgusto yo misma y lo contradictoria que soy.
    Algun consejo? tú que veo reflexionas bastante. Tras dejar a la chica después de 13 años… X lo q leo de ti… Parece q se quedo un vacío q no has podido llenar… Mas que con parches y no quiero que me ocurra lo mismo (espero no te moleste esta opinión que muy seguramente no sea así, pero he leído varios post tuyos… Y es a la conclusión que he llegado)
    Otro efecto chungo de sto es que soy bastante mona, llamo la atención, pero yo me siento fea x dentro y x fuera y tengo la autoestima x los suelos. Antes actuaba con coherencia, tenia mi vida ordenada, mis objetivos, mis planes… ahora me dejo arrastras x mis sentimientos, que de repente me pillan desprevenida y ains que poco feliz soy y tengo 30! A mis 30 y más loca q nunca… Bueno, perdona x el tostón. Me he sentido identificada contigo y ala! Me he explayado! XD
    Es q es un asco xq yo si creo en el amor de verdad xq lo tuve… Pero sé que aguante cosas x conservarlo que… No son normales y ahora estoy taaan desilusionada. Casi rompemos, pero sigo empeñada en arreglarlo e intento en la medida que puedo alejarme del otro chico pero me siento vacía. Como si ambos me hubiesen fallado y yo a ellos tb. Así que o arreglo esto o me veo solterona y estupida, tirándome cada finde a uno diferente para intentar llenar un vació… Q en realidad es una herida, que no consigo cerrar. Tiene esto sentido? O ya estoy para que me encierren?
    Un abrazo.

    • Hola! Hace tiempo que no escribo pero siempre leo los comentarios. La mayoría de ellos derivados del mismo post. Ojalá tuviera las respuestas a estas cosas que nos perturban a todo y conociese la forma de gestionar lo que sentimos. Pero por lo que aprendí estos últimos años, no se puede razonar lo que se siente. Yo soy muy racional de forma natural, como tú dices, por lo visto reflexiono mucho… el blog no es si no una expresión de eso, un intento de buscar respuestas donde seguramente no las hay.
      Pero he aprendido algunas cosas en estos últimos años, y una de ellas es lo muy influenciados que estamos por los estereotipos románticos y por el miedo a estar solos. No creo que estos motivos nos hagan tomar decisiones que nos acerquen a ser felices, si no más bien a esa sensación de contradiccion y absurdo, decepción, desilusión… Una sensación que conozco bien y que para nada es locura.
      También pienso en que la confianza es fundamental para una relación. Y esta se muere cuando te das cuenta de que te han fallado. Yo, aunque suene radical, suelo decir que a mí las personas me decepcionan una vez, porque a partir de ese momento ya las conozco, ya no hay confianza, y no me sorprendería que me volviesen a fallar… la relación sea del tipo que sea, se adapta a eso y cambia de forma inevitablemente.
      Y respecto a lo de encariñarse de personas “inadecuadas”…. ahí si que no tengo respuestas. Es la máxima expresión de esa contradicción que te decía entre la razón y el amor.
      Lo que intento hacer dentro de toda esta confusión a la que ya me he acostumbrado, es dejar de vivir basándome en cuentos; intentar no quedarme con las ganas de vivir una experiencia vital si se me presenta, aunque escueza en poco tiempo, aunque vea en ella algo de fantasía… Y darle más importancia a los momentos, que es dónde vivo, que a los proyectos a largo plazo… Esa sensación de “las cosas deberían de ser de tal forma” es una tontería y al final cada uno tiene que encontrar su propia manera de vivir, sin dar explicaciones, sin vergüenza.
      Pero somos personas que necesitan contacto con otras personas. Intento encontrarme con personas con las que no planifico, con las que intento sentir algo real. Sin esperar a que me llenen como individuo (algo que no debería corresponder a otros) o convertirlos en una propiedad para completar mi proyecto de vida. O en mascotas para cuando me siento solo. Como dice alguien que conozco… “No me haces falta en mi vida, pero quiero que estés en ella.” Lo que crezca desde la sensación de “No esperar nada” será algo real, y durará lo que tenga que durar… ya sean dos meses, o la vida entera. Lo que se salga de esto, para mí, es engañarse a uno mismo y estar sometido al miedo.
      Esta es la parte racional hablando, me suele convencer bastante… llevar a la práctica esto es más complicado. Debajo de todas estas palabras vive otra persona, que es tal vez un niño… A veces me tienen que recordar que me deje querer, tal vez porque de forma inconsciente juego la vida un poco a la defensiva por heridas ya viejas y profundas… Pero intento impornerme a esta sensación y creo que vivo bastante bien pese haber escapado de los cuentos.
      Suerte con tu etapa de confusión y un abrazo .

  2. Pingback: Sobre mis dos últimos años y la mentira del amor (parte 1). – El Blog del Niño Muñón

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