Mi desierto…

img_0239Hay personas con las que cualquier contacto despierta en mí esa tormenta interior que desborda en palabras y palabras. No puedo justificarlo, no lo entiendo, pero sucede.

Tengo la manía de intentar sacarle sentido a todo, de querer atraparlo en esas palabras para entenderlo, razonarlo… Sé que es un intento inútil, siempre se queda incompleto. Nunca termina de cuadrar lo que se razona con lo que se siente.

Siempre que profundizo en algo y busco lo esencial, su parte real, lo único que encuentro son fantasías. Estoy de acuerdo en que cualquier búsqueda de sentido es una búsqueda de seguridad,  una consecuencia del miedo… puede que el miedo a esa idea de que lo único a lo que puedo acceder realmente es a mí mismo y de que siempre estaré sólo.

Soy consciente de mi gran desierto, aquello que siempre ha estado. Solo de vez en cuando me ha parecido verlo lleno de vida, pero siempre ha sido solo un sueño. Lo único que hay en él son las lágrimas secas de las fantasías muertas. No es un error ni un defecto, no debería avergonzarme de él, pero se lo muestro a muy pocos. No siempre es bien visto. Y ya no digo entendido, porque ni siquiera yo lo entiendo… solo sé que está ahí, como un instinto más. Un hambre en presión negativa que absorbe lo que encuentra, puede que hasta secarlo con el tiempo.

En mi desierto estabas sentada rodeada de arena y frutos secos de palmera, con un solo pendiente. Al alcance de eso que es mi mano y que estiraba hacia ti, pero que nunca llegaba a tocarte… como cuando tienes uno de esos sueños en los que corres por un pasillo que nunca se termina. Tan cerca, pero a la distancia infinita de esos límites que supuestamente debería de discutir. Pero no voy a discutirte algo en lo que casi estoy de acuerdo. Cada uno es responsable de su propio desierto… y tampoco es justo que yo juegue a hacerte responsable del mío, a que lo habites en forma de una nueva fantasía.

Pero puede que sea lo único que nos queda, que la vida no sea más que un juego de autoengaños e imágenes, sombras y reflejos. Puede que nuestro único alivio no sea más que buscar espejismos.

Podría haber sido de otra forma, podría ser todo de tantas formas… Pocas veces he tenido tantas ganas de cometer errores, de ser tal vez despreciable. De justificarme en excusas.

Dicen que pienso demasiado… pero no dudaría en dejar de pensar contigo. Y aun así… ¿Demasiado bueno? Hay muchas situaciones en las que sería capaz de hacer daño hasta el límite. Pero eso a lo que te refieres, tal vez ese niño vulnerable cuando estoy abierto, esa tristeza escondida tan obvia para algunos a veces… yo necesito mi humanidad. Puede que en el fondo hasta yo mismo sea una fantasía. Pero necesito mantener esa ilusión al menos.

Pese a todo… tal vez algún día podamos permitirnos engañarnos…

Camino de Santiago 2015: Etapa 2. Arrés – Ruesta

Día 2: Arrés – Ruesta

20 Octubre 2015

IMG_20151020_082837Esta noche compruebo que el alemán ronca muchísimo, me ha despertado durante un rato por la madrugada pero consigo dormir bastante bien. Finalmente me levanto a las 7:30 y preparo la mochila, el desayuno se sirve a las 8:15. El padre alemán, está despertando al niño con caricias y besos… tiene que ser un buen padre y creo que esta será una buena experiencia para ambos.

Desayunamos muy bien, me despido de los hospitaleros y empiezo la etapa de hoy.

IMG_20151020_090716 - 0A la salida de Arrés se ve todo el valle hacia el que me dirijo cubierto por un manto de niebla. La luz del sol, bastante bajo todavía, está difusa y crea un paisaje algo fantasmal, precioso y el aire que se respira es fresco pero no hace frío.… De nuevo algo tan simple como una mañana así destaca por su ausencia en lo habitual de tu vida. Hoy me esperan por delante unos 29 km. Casi todo el camino es por una vía rural muy despejada según leí ayer en la guía.

Por el camino encuentro bastantes carteles protestas por la ampliación de un embalse, el Yesa, que ya en los años 50 del siglo pasado supuso el abandono de varias poblaciones, (entre ellas Ruesa, hacia la que me dirijo) por la expropiación de sus tierras de cultivo que eran su modo de vida. Ahora supondrá entre otros trastornos la desaparición de parte del Camino de Santiago que ahora estoy recorriendo. Pero por lo que veo, las obras están bastante adelantadas y hay un continuo ir y venir de camiones llenos de tierra y muchos desvíos por obras.

IMG_20151020_085942A los 19 Km llego a Artieda al coger un pequeño desvío del camino hacia la derecha. Me noto algo cansado y me siento un rato en un lugar donde tengo unas buenas vistas y me golpea algo de viento que ahora sí que es un poco frío, pero que no llega a molestar. En temporada alta hay un bar abierto por aquí que ahora me vendría estupendamente pero ahora solo hay unos abueletes muy simpáticos.

Almuerzo un poco de pan y chorizo que llevo en la mochila y continúo.

IMG_20151020_153713 - 14Unos cuatro km antes de Rue    sta por fin me introduzco en terreno algo más boscoso. Y finalmente aparecen unas curiosas ruinas negras de un castillo rodeado de unas construcciones en un estado similar. Ahí será donde pasaré la noche.

Son las 15:30. El pueblo se ve totalmente abandonado aunque parcialmente reformado en un proyecto que da la sensación de que se abandonó hace años, dejándolo incompleto. Según unos carteles el albergue está gestionado por el sindicato CGT, algo que me parece atípico.

Adentrándome en el pueblo veo el bar y una pareja que lo lleva y que también son los hospitaleros. Me siento en una mesa vacía y algo sucia. En una mesa de al lado hay un grupo de tres peregrinas francesas de mediana edad tomando algo y a las que saludo. Tengo apetito y antes de instalarme en el albergue decido hacerme un bocadillo en el bar, que es lo único que me pueden servir a estas horas según me dicen.

IMG_20151020_171920Hoy parece que será un día muy muy tranquilo por aquí. Tras comer, instalarme y descansar un rato me doy una vuelta por el pueblo que pese a su estado tiene cierto encanto, leo un rato, escribo otro… Así voy pasando las pocas horas que me quedan.

Los alemanes de ayer aparecen sobre las 19:00.

Hablo un rato con los hospitaleros que como casi siempre, son gente muy agradable. Me explican que la gestión del albergue es una concesión temporal y que no da para mucho. Pero es una forma de vida que me parece interesante.

Llegada la noche cenamos todos juntos en el comedor del albergue y pese a las diferencias de idioma nos entendemos todos bastante bien. El vino ayuda.

Una de las francesas habla muy bien el español y es de estas personas que han recorrido infinidad de veces el camino en distintos tramos y que vuelve en cuanto tiene la posibilidad, arrastrando con ella a quien pueda para enseñárselo.

Tras la cena me voy a dormir esperando que no me pique el mismo bicho que le ha inflamado notablemente media cara a una de las francesas.

El retorno.

Si de algo me han servido estas vacaciones es para tomar esa perspectiva que solo se tiene cuando se rompe con el contexto habitual en el que desarrollas tu vida, en ese tránsito entre libertad y obligaciones.

Pienso que infravaloramos mucho las transiciones en nuestras vidas. O lo que es lo mismo, sobrevaloramos en exceso la estabilidad.

Parece que cada uno tenemos una idea diferente de lo que puede hacernos sentir felices. Para mí es la libertad la que me hace sentir mejor conmigo mismo y con el mundo. El resto del tiempo estoy intentando encontrar un consenso entre lo que soy y lo que debería de ser, y eso me agota bastante. Noto como ese esfuerzo se apodera de mí y me desvía haciendo que con el tiempo aparezcan conocidos fantasmas de mi mismo; como el ego con sus onanismos compulsivos o el perezoso nihilista canábico.

Creo que no soy normal ni siquiera en mis depresiones posvacacionales. Aunque me siento aliviado, y con energías renovadas.

Me he expandido en estos pocos días, no en el sentido de vivir experiencias increíbles, si no en el sentido de ser libre. Ha sido un baño en todas esas posibilidades de presentes, personas y sitios en los que te reflejas a cada instante con formas diferentes.

Acabo de volver y ahora tengo que meter todo eso en una cajita pequeña, incómoda y limitada; solidificado en una identidad que es falsa en todos sus lados, que es solo autocontención: apariencia y compromisos artificiales creados a base de muros que intentan contener una auténtica naturaleza salvaje perdida entre un mar infinito de incertidumbres, que se expresa siempre rebelde, que se resiste a tener definición. En pocos momentos se puede ver tan claramente esa tensa contradicción entre la necesidad de sobrevivir y las ganas de vivir.

Las palabras en las que convierto las enseñanzas anteriores y, que me repito en ocasiones como guías para tomar decisiones, son en estos momentos cuando tienen un sentido real… es en estados como ahora cuando las entiendo y las confirmo. Me doy cuenta de que parte de ellas, en poco tiempo, se me olvidan… mantienen la forma pero más huecas, con menos realidad.

Me repetiré como siempre que debo de hacer esto o aquello, pero además tendré que creérmelo, hacer uso de la única fe que realmente sirve de algo para uno mismo.

En especial hay algo que resuena de estos días, y es el no quedarme con las ganas de intentar algo. Una de esas grandes frases huecas tan fáciles de decir pero que tan difícil de obedecer resulta a veces por lo que uno mismo considera sus límites.

Camino de Santiago 2015: Etapa 1. Jaca – Arrés.

Día 1: Jaca – Arrés

19 Octubre 2015

Llevaba casi dos meses esperando unas vacaciones. Desde Abril trabajando prácticamente de lunes a sábado y, aunque no hago demasiadas horas, necesito desconectar. Me planteaba distintos viajes dentro de mis posibilidades económicas y el tiempo disponible: Gran Canaria me gustaría y no la conozco; luego pensé en los Pirineos por ser algo distinto al sol, playa y buceo que ya he disfrutado durante los últimos meses donde vivo y ser un entorno que me da mucha curiosidad… nunca he estado en montañas tan altas, pero viajo solo y no tengo experiencia en estos entornos, no quiero morir enterrado en un alud, no sé, tal vez mejor lo dejo para el verano. Finalmente, antes de darme cuenta estaba preparándome un recorrido de nuevo por el Camino de Santiago Aragonés y parte del Francés, ya que tampoco conozco esta zona, hasta que se me agote el tiempo: desde Jaca a Logroño y tal vez un poco más en unos diez días, en principio. Descarté empezar en Somport (que sería la primera etapa del aragonés) porque no me atraía la idea de levantare por la mañana en Jaca, coger un autobús para subir allí (que es lo habitual) y luego deshacer el camino andando.

Esta vez mi estado personal es diferente. No estoy destrozado sentimentalmente, ni desempleado, ni tengo marcado ningún objetivo. Solamente quiero libertad: coger mi mochila y perderme un poco caminando y conociendo sitios nuevos de forma poco planificada: escapar de la rutina, relajarme, acordarme de quien soy…

En cuanto me dejaron libre metí todo lo que ya tenía preparado sobre una cama en la mochila y tras unas horas de viaje llegaba a Jaca, en la provincia de Huesca, a las 23:00, frente a la puerta del albergue Mamré en el que ya había hecho mi reserva y avisado de la hora a la que llegaría. El hospitalero me recibió muy amable y me enseño la habitación donde pasaría la noche, era el único peregrino allí hoy. El albergue es bonito y yo me siento contento y aliviado por saber que en breve estaré haciendo kilómetros perdido por aquella zona.

IMG_20151019_082635Me despierto a las 6:30. Tras pegarme una ducha y prepararme la mochila (que esta vez no he podido hacer que pese menos de doce kilos ya que voy algo más preparado para el frío) desayuno un café en un bar cercano y empiezo a caminar orientado en un principio por el GPS del móvil y una aplicación, hasta que encontré las primeras señales del camino. Tengo atrás los Pirineos Aragoneses, es la primera vez que los veo, imponentes, hermosos… me dan curiosidad y decido que no tardaré en moverme por esas montañas.

Tras dejar Jaca aparece el río Aragón a mi derecha mientras a mi izquierda tengo montaña con la vegetación en diferentes tonalidades otoñales: amarillos, naranjas, rojos y verdes que contrastan entre ellos. Un entorno muy diferente a lo que estoy acostumbrado a ver habitualmente.

Casi todo el rato estoy junto a la carretera N-240 y a los 15Km, aproximadamente, me encuentro en Santa Cilia de Jaca.

Son las 11:00 y almuerzo en el único bar del pueblo donde un señor, que podría pasar por el típico enterrador de un western con un toque vampírico, me sirve desganado un bocadillo con una gruesa loncha de jamón seco y un trozo de queso que ni siquiera llena el pan. Me lo tomo rápidamente y me compro una pieza de pan en una panadería cercana antes de continuar la marcha.

A unos 4 km me encuentro un restaurante-cafetería en la carretera y me tomo el café con leche que tenía pendiente del almuerzo y que no me apetecía gastarme en aquel otro bar. Me siento en la terraza y saco mi libreta para escribir un rato. Hay un grupo de cuatro señoras bastante mayores en la mesa de al lado. Una de ellas me pregunta si voy a Santiago y otra antes de que responda comenta que con esa cara que tengo no voy a llegar. Me río algo sorprendido por el comentario y les digo que solo estaré unos días, hasta donde llegue. No sé lo que le pasará a mi cara. Supongo que pareceré cansado o no le resultaré hermoso. Llevo unos 19 km y me encuentro bien… mi cara es esta.

Todavía no he visto ningún peregrino, sé que no es temporada alta y además este camino no es de los más populares, motivo por el que también estoy aquí… Me parece que este camino va a ser bastante solitario.

Continúo caminando tras el café con leche y me doy cuenta de que me siento de muy buen humor allí solo, caminando entre bosques anaranjados… cuando explico estas cosas parezco muy bohemio, solitario… pero es de ese tipo de experiencias que se tienen que vivir para entender. Hacía algo más de un año que no hacía algo así. En aquella ocasión mi situación era algo diferente e hice desde León a Finisterre (con una pausa de unos meses en medio por una lesión). Es algo bastante simple pero por algún motivo muy satisfactorio y además adictivo.

Me quedan unos 6 km hasta llegar a Arrés.

IMG_20151019_105345Me encuentro con una pequeña nave que tiene unas ventanas abiertas de las que sale un sonido de cencerros. Me asomo a ellas y está lleno de ovejas, habrán unas ochenta, cien … que me miran todas de repente, acostadas la mayor parte de ellas… están así durante un rato hasta que de repente se levantan todas y se aprietan aceleradamente contra el lado más alejado de mí en la nave. Supongo que tras meditarlo un rato han decidido tenerme miedo. Tal vez sea por mi careto. Me agacho, espero unos segundos y vuelvo a levantarme provocando la misma reacción de alarma en ellas. Lo dejo porque me sabe mal pero me alegro de que dentro de mí todavía viva aquel niño que se divertía corriendo detrás de las palomas.

El tiempo durante todo el camino es excelente. Algo nublado en ocasiones pero sin nada de frío.

IMG_20151019_130025Hay un tramo en el que de repente, me sorprende un bosquecillo de piedras redondas apiladas en pequeñas columnas que se extiende a los bordes del camino y que te hace tomar consciencia de la cantidad de peregrinos que han pasado ya por ese mismo lugar. De repente te sientes menos solo y colaboro con un par de piedras pese a que no soy de los que siguen este tipo de rituales.

IMG_20151019_131635Paso por al lado de Puente de la Reina, a mi derecha, a la que se accede mediante un bonito puente con el mismo nombre. La primera población en la que dormiré una vez termine el camino aragonés y empiece el Francés tiene este mismo nombre. Desde este punto empieza una subida por un sendero no muy complicado que me llevará a Arrés.

Cuatro km después veo asomarse el pueblecito situado sobre una cresta rocosa, con unas casas bastante antiguas de piedra ya oscurecida pero reformadas gran parte de ellas y muy bonitas. Desde aquí se domina todo el valle y tiene unas vistas que me parecen espectaculares.IMG_20151019_141633

Nada más llegar encuentro el pequeño albergue con un cartel en la puerta informando de que los hospitaleros se han ido a comprar y dando la bienvenida al peregrino, invitándole a pasar y ponerse cómodo. Entro; el albergue es pequeño, muy bonito y confortable; una antigua casa del pueblo reformada de forma muy curiosa en el interior y muy bien aprovechada: Una cocina muy completa, un comedor-sala de estar, etc. Dejo la mochila y me voy a buscar un bar cercano ya que son las 14:30 y tengo hambre. El bar lo encuentro a 50 metros y me tomo un filete de pechuga y unos espaguetis rodeado de una jauría de gatos al acecho y una perra vieja y algo asustadiza pero muy cariñosa.

Tras la comida y el café vuelvo al albergue donde me doy una ducha y lavo la ropa interior, sigue sin haber nadie.

No me voy a dar una siesta porque me quedan pocas horas de luz en esta época del año y a diferencia de los caminos del año pasado me encuentro bastante despierto… ya no estoy fumando ni tabaco ni maría; estoy más sano y he dejado atrás esa etapa algo autodestructiva que inicié y a la que he sobrevivido tras rompérseme la vida. Aunque continúe viviendo un poco entre mis ruínas.

12224132_1024889534228222_1825903607_nTras la ducha exploro el albergue: Los libros del comedor, lo que hay en la cocina (robo un par de onzas de chocolate de la nevera); y me voy a dar una vuelta por el pueblo haciendo algunas fotos.

Hay un mirador junto al bar y cerca de este un banco con una mesa como los de los típicos merenderos del campo, algo apartado y con unas buenas vistas del valle. Ha empezado a chispear, pero muy poco, no me resulta molesto… todo lo contrario. Me siento un rato allí y escribo esto en la libreta que llevo siempre encima y que forma parte de mi equipaje básico de viaje, dentro de mi ruinosa riñonera.

Vuelvo al albergue. Ya han llegado los hospitaleros. Son voluntarios de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago. Muestro un poco de curiosidad por eso de ser hospitalero y me comentan que es tan fácil como solicitarlo vía web en la página de la asociación y esperar a que te asignen, durante 15 días, alguno de los albergues que gestionan, si es que te viene bien. Se encargan de la recepción de peregrinos, compra, limpieza y de cocinar en los albergues pequeños, como este. No reciben nada de fondos y se sustentan con lo propio y con las donaciones de los peregrinos ya que en ese albergue, como en algunos otros (no muchos) no tienes que pagar obligatoriamente, dejas “la voluntad”.

Los hospitaleros son una chica italiana que supera los cuarenta, algo extraña y muy católica y un chico de una edad similar y de Barcelona, con un perfil muy diferente, muy gracioso y nada religioso. Aunque parece que se llevan bien el chico le salta de vez en cuando algo tajante e irónico a la compañera como un poco cansado de sus excentricidades. Hay un ambiente agradable y algo cómico. Por ejemplo, hay un debate entre ellos en el que él se niega firmemente a cenar garbanzos por tercer día.

Sobre las 18:00 aparece en el albergue un hombre alemán de unos 45 años, con su hijo de 10. Vienen también desde Jaca y el niño me sorprende porque pese a la edad, parece que ha llevado muy bien la caminata, cargado con su pequeña mochila montañera. Son los primeros peregrinos que veo, aunque el idioma limita bastante las conversaciones.IMG_20151019_162843

Salgo un rato fuera a leer. Me ha gustado aquel rincón con el merendero. Me tomo allí tranquilamente un vino mientras leo, sentado y relajado, con el extenso valle a mis pies y al fondo los Pirineos, todo muy tranquilo. Estoy leyendo “Guerra mundial Z” en el que se recogen varios testimonios sobre una supuesta guerra mundial contra los zombies… un contraste algo extraño.

Sobre las 20:00 vuelvo al albergue y ayudo a preparar la cena y poner la mesa. Cenamos muy bien y charlamos un rato. Me comenta la hospitalera que a las 21:30 se va a enseñar la iglesia del pueblo a los alemanes, que si quiero acompañarlos. Le agradezco la invitación pero la rechazo alegando que cuando entro en alguna iglesia me sale fuego de los pies. Había accedido un rato antes a cooperar con el “rap de la bendición” dando palmadas sobre la mesa y ya ha sido demasiado para mí.

Mientras la chica enseña la iglesia a los alemanes el otro hospitalero y yo fregamos los platos y me acuesto. Son las 22:00 y ya me siento algo cansado.

Mis no experiencias.

Normalmente hablo de mis experiencias cuando las no experiencias también enseñan unas interesantes lecciones.

Me no-paso algo el otro día… recibí unos mensajes de alguien a través de una red social. La imagen que mostraba de su perfil no era auténtica, me dijo. Me comentaba que era una clienta diaria en el supermercado donde trabajo, de 32 años, que se había fijado en mí y que le apetecía conocerme. Decía que seguro que la conozco y pienso que así debería de ser si es que viene a diario a mi servicio, dice que siempre que su hijo de cuatro años pasa por mi lado le sonrío.

Hablamos un poco, tocó mi fibra sensible… la curiosidad.

Normalmente en este tipo de redes que utilizo para conocer gente en los que entro de vez en cuando me he dado cuenta de que acabo quedando con gente que no tienen foto. Nada de princesitas sacando morros. En el intento fracasado de breve descripción sobre mí que pongo en mi perfil dejo claro que no soy ningún príncipe azul y que no me van las princesitas. Es un filtro… La chica con la que salía solía decir que era poco detallista, y nunca llegué a entender a que se refería exactamente: si se encontraba con malestar en la cama a la madrugada me levantaba enseguida y le hacía una manzanilla; dejé un trabajo estable al año de conocerla y me fui a vivir más cerca de ella; Le ayudé a montar su negocio y en lo que podía; le hubiera dado un riñón si le hubiera hecho falta… No es por reprochar nada porque soy yo el único que decidió hacer estas cosas consciente de las consecuencias que me podrían acarrear, asumiendo los riesgos, pero creo que algún detallito hice. Supongo que ella se refería a cosas banales como algún regalito con el que la sorprendiera de vez en cuando; a abrirle la puerta y cederle el paso con sumisión y admirando su belleza… ese tipo de cosas que enseñan en las películas románticas o culebrones que alguna vez veía. O puede que fuera una forma de ponerle nombre al aburrimiento que sentía por mí. Creo que a la próxima vez que alguna chica me diga eso de que soy poco detallista defecaré delante de ella y le pondré un lacito con mi mejor sonrisa.

La cuestión es que con esta “clienta” estuve hablando un par de días. Normalmente resulto interesante cuando empiezo a escribirme con alguien si superan los dos primeros mensajes y no me descartan por bicho raro, lo cual me ahorra un montón de tiempo y energías. Otra cosa es conocer a alguien en una discoteca… por el motivo que sea siempre he sido incapaz. Pero bueno, creo que ya hablo de esto en el blog. En estas redes me gusta tomar un primer contacto, tantearse un poco pero ya está, si vemos que nos podemos llevar bien y si nos apetece quedar concertamos una cita sin expectativas y a ver qué pasa. También dejo claro eso en el perfil, y que no soy el entretenimiento puntual de nadie (me ahorro lo de decir mientras está en el baño con el móvil). La cuestión es que si pese a todo lo que pongo ahí alguien se pone en contacto conmigo o me responde, pienso que puede que haya una remota posibilidad de que se trate de alguien interesante.

Esta chica no es que no tuviera foto, si no que tenía una falsa y hace tiempo que le dije algo sin obtener respuesta, a lo cual nunca insisto. Lo de mostrar una imagen falsa no me acaba de gustar. Pero bueno, tampoco me gusta estar tres meses sin follar. De vez en cuando tengo que salir de mi, soy una consciencia emergida por “causalidad” en este mundo blao blao… pero también soy un animal y mi parte dionisiaca ya me está mirando con malos ojos pidiéndome que le enseñe el pene a alguien.

Tras un día buscando madres con ojos verdes oscuros en el servicio (Que no es el baño, si no mi trabajo), que era lo único que sabía de ella, me envía por fin unas fotos… en las cuales ni remotamente la reconozco… Si suele venir todos los días, y no me suena, tal vez deba de cambiar de empleo…

Parecía mona y quedamos para ese sábado por la tarde.

Cuando me acerco al sitio concertado la veo allí de pie: alta, delgada… una cara algo seria, con cierta tristeza en los ojos. No es que me resultara impactantemente atractiva como otras veces que he quedado con alguien. Pero se encuentra en el punto en el que si me resulta interesante podríamos compartir algún momento importante de nuestras vidas. Vivir y crear acontecimientos, que es lo único que me apetece de momento (Mantra habitual en mi ya). De hecho, el único miedo que tengo en estas cosas es conocer a alguien que me guste demasiado y que vuelvan a invadir una parte de mí.

Nos sentamos en una cervecería cercana y nos hacemos una cerveza rompiendo un poco el hielo, hablando y contándonos un poco nuestras vidas. Llegado este momento, pase lo que pase no considero la experiencia como tiempo perdido. Siempre me resulta interesante conocer a alguien y aprender de su vida. Aunque es cierto que se me ocurren mejores desarrollos para la situación.

Hablamos un par de horas, sobre todo yo… me cuenta cosas sobre su exmarido, yo de mis relaciones… de lo que aprendo últimamente, etc.. soy siempre muy sincero y eso por lo que he visto a veces y sin entender porqué, por un lado tranquiliza pero además asusta. Me habla de su vida, chica en paro criando dos niños, viviendo con su madre a la que no soporta… Sigo viendo algo de tristeza tras sus ojos, pero la veo cómoda. Le pregunto si quiere cenar algo por ahí o venirse a casa a tomar una copa de vino. Esa noche no tengo compañeros hasta la 1:00.

Me responde que lo que yo quiera… entiendo que es un sí tímido a lo de venirse a casa. Creo que la intimido un poco.

Recuerdo la primera chica con la que quedé poco después de que me rompieran el corazón hace ya bastantes meses… la primera con la que me planteé subir a casa. Ella era muy tímida, yo más. Paseábamos hablando y pasamos cuatro veces por delante de mi puerta antes de atreverme a preguntarle si quería subir aun cuando todo estaba bastante claro… Después nos tiramos un par de horas más en el comedor charlando, tímidos, y finalmente pasamos a la habitación donde continuamos hablando y poco más… De hecho, aquel caso se parece un poco a este. Pero hace ya tiempo que no me da vergüenza decirle a alguien que venga a casa y dejarme llevar por la situación.

Estamos un rato en el sofá  con unas copas de vino. Continuamos charlando, de nuevo sobre todo yo… Ella lo cierto es que no me comenta nada especialmente interesante, aunque parece buena chica. No encuentro ese punto de interés que me debería empujar a indagar un poco más en ella. Aun así, le doy algún beso en el cuello, tanteo un poco. Lo tolera pero se encuentra un poco a la defensiva, un poco cortada. Le aclaro que no tiene porqué pasar nada, que no hay expectativas ni prisas ni compromisos, que para mí esto es improvisar… no sé como dejarlo más claro; que si se siente incómoda podemos marcharnos sin ningún problema pero me insiste en que se encuentra bien, que está cómoda, pero yo no percibo eso… la falta de sinceridad, sobre todo con uno mismo, no me pone nada… no pasa nada esa noche. Al rato vienen mis compañeros, que se acuestan en seguida y la acompaño a su casa. Me despido con un besito y un «Ya nos decimos algo».

A la mañana siguiente no es que tenga muchas ganas de quedar con ella. Pasamos mucho rato conociéndonos y como he comentado, no me llamó especialmente la atención. Me planteaba si quedar o no con ella. Casi prefiero pasar la tarde durmiéndome con una película delante. Pero, más que nada por cortesía, le propongo quedar a tomar algo por la tarde. Me dice que sí.

Sobre las 19:30 quedamos en el mismo sitio que el día anterior. Damos una vuelta tropezando con la gente que invade este lugar los domingos. Terminamos en una terraza con un par de cervezas, parece más tranquila que ayer. Empezamos a hablar de nuevo de nuestras relaciones recientes. Yo le comento mis experiencias con otras mujeres tras tener la mayor parte de mi vida sentimental repartida en dos parejas estables, hasta hace poco más de un año. Y que estoy en una etapa de intentar encontrar el sentido real de las relaciones. Ella me admite que le intimida mi tamaño, lo que me parece absurdo, y que le parece que he estado con muchas chicas, algo ridículo. Pero bien, cada uno tiene sus miedos.

Me habla de su exmarido y de que le fue infiel. Él mantenía una relación paralela con alguien y le hizo mucho daño. La chica llego a perder 18Kg en un par de meses… Eso sí que es estrés. Aun así me admite que aun le quiere pero que no lo quiere ni ver. Hago de psicoterapeuta con ella un rato diciéndole lo que yo haría en su lugar, que se aleje si puede de allí… etc. Pero la chica, valiente en algunos aspectos, por otro tiene miedo y más miedo. Yo siempre he sido nómada desde pequeño y no me cuesta desvincularme de un sitio y empezar en otro si creo que me conviene. A los sedentarios eso les cuesta mucho. De todos modos solo son consejos, solo hablamos.

Me dice una cosa que me llama la atención, que es que si su marido le fue infiel es porque no la quiere. Yo discrepo de eso dicho tan literalmente… y se lo comento, no creo que la infidelidad surja siempre porque no quieres a la otra persona, si no que es una de esas contradicciones entre los sentimientos y nuestra imposiciones culturales. La infidelidad es mala por ser una mentira injusta a alguien que juega un papel tan importante, supuestamente, en tu vida; pero la poligamia en sí creo que es algo natural y lógico, hasta justificable, comprensible y tolerable en ciertas ocasiones. La fidelidad, si es impuesta, es otro cuento más que intenta ocultar algunas de nuestras opciones. Y la libertad consiste en poder ver y hacer uso de todas nuestras opciones en el desarrollo de nuestras vidas. Lo contrario, erosiona.

Recuerdo un día hace tiempo, en aquella vida que tuve compartida entre Valencia donde trabajaba y Alcoy donde tenía mi pareja. Con vivienda en ambos sitios y continuos traslados entre ellas. Ese día estaba en la estación de autobuses de Valencia, esperando el transporte hacia Alcoy ya que tenía unos días libres. Por algún motivo que no recuerdo resulta que el autobús no viene y nos planteamos entre los que estábamos allí esperándolo (una chica y dos chicos más) coger un taxi hacia la estación de tren donde sabíamos que en breve saldría uno hacia Alcoy, con transbordo en Xativa.

La chica era estudiante, en un principio no me llamó especialmente la atención… muy joven de unos 22 años; Tenía una cara redondita y con esa expresión feliz, inocente y que muestra cierta curiosidad e ilusión por sus proyectos apenas empezados típica de la juventud. Vestía una camisa blanca, creo recordar, sobre una camiseta de tirantes. Pelo largo y castaño. Tenía acento gallego, era de Lugo y se llamaba Atia.

Al llegar a la estación subimos rápido al tren, con los otros dos chicos que venían en el taxi… ella se sentó a mi lado, los otros cerca, pero ya no recuerdo nada más de ellos desde ese momento. La chica saca un libro de la saga de George RR Martin y se pone a leerlo. He leído la saga y ese libro, y me hace gracia verla allí leyendo, le comento que me gustó bastante y empezamos a conversar, con simpatía… Al poco rato de que el tren iniciara la marcha me levanto para ir al baño. Al volver Atia se había quitado la camisa y había dejado al descubierto un hermoso escote… yo soy de los que tienen debilidad por los escotes. Continuamos hablando, intensamente; de vez en cuando se me iba la mirada hacia abajo de forma inconsciente… lo sé porque a veces en lugar de tener su cara en mi foco de visión aparecían sus pechos… subía la mirada rápido al darme cuenta pero no se molestaba, más bien parecía que le divertía. Era una de estas conversaciones interminables, que parece que no puedas decir todo lo que se te ocurre y se solapan los temas atropelladamente… te da la sensación de que la otra persona entiende cada sílaba de lo que dices incluso antes de que la pronuncies, me llamaba la atención esa conexión pese a una notable diferencia de edad, que sería de unos doce años.

Estábamos tan enganchados hablando que el viaje fue fugaz y nos pasamos la parada de Xativa donde teníamos que hacer transbordo. Los otros que vinieron en el taxi habían desaparecido hace rato, si se despidieron no nos dimos cuenta. Bajamos en la siguiente parada y trazamos un pequeño plan. Ella tenía unos amigos en Alcoy a los que llamó para que vinieran a recogernos, les pagaríamos la gasolina. Nos tomamos algo mientras esperamos y cuando vinieron a recogernos me los presento y nos llevaron a Alcoy. Al acercarnos ya al final de este, ella comentaba que tenía unas maletas muy pesadas, que sufriría teniendo que subirlas por la escalera sola. Sus amigos pararon el coche al lado de su casa, bajaron las maletas y nos dejaron a los dos ahí antes de despedirse y arrancar el coche de nuevo para largarse. La situación estaba clara. Me planteé durante unos segundos la posibilidad de ayudarle a subir las maletas y pasarnos la tarde follando. Me acerqué a ella, le di dos besos, le dije –un placer- y me marche a casa a esperar a mi novia.

Pensé en ella unos días, y en esa posibilidad que rechacé. Pensé que hice lo correcto… ahora lo dudo mucho.

Ahora sé lo difícil que es encontrar a alguien con el que tengas tal conexión. La mayoría de relaciones son casi forzadas, como acuerdos con un “Puede pasar” antes de firmar para tener un rato de compañía y cariño. No se me ocurre ningún motivo serio por el cual tener tu momento en común con alguien que te encuentras casualmente y con la que tengas esa conexión tan natural e intensa pueda ser algo malo. Pienso que esa sensación de “algo malo” viene por la contradicción entre nuestro condicionamiento y nuestros sentimientos. Aun teniendo un proyecto más complejo en común con otra persona a la que amas intensamente, como me pasaba entonces, solo hubiera sido mi momento con alguien especial. Una burbuja aislada en mi vida aprovechando una experiencia real. Traicioné mi derecho a vivir ese momento por culpa de dar crédito a lo que pensaba que era correcto. No sé como hubiera reaccionado después si lo hubiera llegado a hacer, no se me da bien mentir y nunca he sido infiel a nadie, solamente a mí mismo. Pero sé que ese momento me lo merecía.

Desde luego no era la situación que me contaba esta chica que estaba conociendo… me estaba describiendo a su exmarido como a un golfo manipulador y posesivo, que la tenía dominada.

Poco antes de dejarlo con mi ex, ella solía quedar con una amiga habitual los fines de semana. Tenía derecho a divertirse aunque yo trabajara… faltaría más. Nunca he sido celoso ni posesivo, si ella quería irse con otro lo haría igualmente, no me la imaginaba viviendo una doble vida, que sería lo que realmente me molestaría. Había un grupo de chicos, amigos a su vez de esta amiga suya, y los conoció en esa etapa. Más concretamente en una especie de campamento caracterizado como “el viejo y salvaje oeste” donde puedes ir y pasar una tarde de un fin de semana y hacerte unas cervezas haciendo el vaquero, por lo que entendí… cosas de humanos imagino. Yo estaba trabajando ese fin de semana como era habitual. Me comentó que se lo había pasado muy bien ese día y sobre la gente que había conocido, de cómo la tanteaban y ella decía que tenía novio… y de un chico con el que estuvo hablando mucho ese día, que le cayó muy bien. Supongo que ella sintió lo mismo que yo con Atia pero no fue tan idiota como para desaprovechar la oportunidad… Ella tenía más experiencia, cuando la conocí, que yo en las relaciones con las personas. Creo que el alivio que le proporcionaba esa posición de superioridad en ese aspecto, por algún motivo que arrastraba de antes, fue uno de los motivos por el que inició una relación conmigo; así como una etapa en la que estaba desmotivada, algo deprimida por lo que me contó y le recomendaron conocer a alguien en alguna red social. Que triste y vacío es todo a veces cuando lo analizas bien…

Yo creo que me han sido infieles las dos parejas que he tenido, la de la relación de trece años y la de cuatro. Como he comentado entiendo que salgas de cena de empresa o de fiesta un día, conoces a alguien o te dejas llevar por cierta tensión sexual acumulada con alguien. Alivias la asfixia de una relación monógama y el estrés de vivir con tus compromisos y obligaciones… luego continúas con tu vida intentando no darle mayor importancia a lo que hiciste, si es que es sinceramente lo que quieres. Yo no soportaría conocer el hecho pero entiendo e incluso acepto que esto pase, aunque yo no lo haya hecho nunca.

Lo que no soporto es la mentira planificada, que ya es manipulación… el hecho de que alguien tan importante para ti sea tu “genio maligno” y te haga vivir en una mentira. Esa es la mayor ofensa para alguien como yo. Y es imperdonable. Equivale a la muerte en mi mundo de esa persona para siempre y sin posibilidad de retorno.

De estas cosas hablaba con esta chica en la terraza de aquel bar este domingo, ya con la segunda cerveza y nos encontrábamos a gusto, había buen rollo y nos habíamos sacado algunas risas. -¿Qué hacemos ahora? Le pregunte… y le propuse venirse a casa y tumbarnos en la cama, ponernos una película o algo de música, ya veríamos. Y acepta la propuesta con una sonrisa.

Ella me dice que le gustan las comedias románticas… yo lo más parecido que tengo a eso es “Carmina o Revienta” de Paco León y la torturo un rato con eso. Me hace gracia esa película por algún motivo que no acabo de entender y la protagonista me recuerda en algunos aspectos a mi propia madre.

Le beso un poco el cuello. Estamos cogidos tumbados en la cama un buen rato, sin que ella haga nada. Parece que este guión lo debo de escribir yo solo. Nos besamos y nos metemos mano. Nos calentamos, empezamos a desnudarnos… Sigo llevando la iniciativa, ella me dice que está cómoda pero no es lo que yo siento.-Ahora si que me pones nerviosa- dice cuando me acerco al sujetador. –Me das miedo por lo grande que eres- Como si la fuera a golpear.

Nos besamos… no siento nada; nos abrazamos… nada. Recuerdo que su olor a tabaco y a algo que no identificaba no me gustaban.

Luego el sexo, un desastre. Me aburro y tras estar un rato y cambiar de posición algunas veces lo dejo en el momento en el que ella me dice que es que es un poco perezosa para moverse en la cama. Definitivamente no vamos a crear nada de esta combinación entre nosotros dos. No entiendo porqué hace algo si no le apetece, porque doy por hecho que ella no es así siempre… ¿Para satisfacerme? ¿Para agradarme? ¿Probar a ver qué pasa? No valió la pena, y era lo que intuía que pasaría. Tras un rato en la cama diciendo tonterías nos vestimos y la acompaño una parte del camino hasta su casa. Vuelvo a la mía, ceno y me acuesto algo sorprendido por lo vacío de la no experiencia.

No le he vuelto a decir nada y ya ha pasado casi una semana, solo la vi en el supermercado al día siguiente y nos dijimos “hola” porque iba acompañada de una amiga. Estoy seguro de que le da vergüenza, a mi ni lo más mínimo, y viene en el turno donde está mi compañero. Tendré que enviarle un mensaje diciéndole que no pasa nada, que no se preocupe, que me pareció una buena experiencia conocerla y que no es necesario planificar las compras para cuando yo no esté, que es una tontería… ella por supuesto lo negará todo.

He tenido que aprender, por dos experiencias similares, que no vale la pena buscar nada con alguien con la que en el fondo percibes que no hay nada interesante que construir juntos. Estoy seguro de que ella es una gran amante en otra situación, pero nuestro diálogo corporal fue un desastre por tener necesidades y lenguajes diferentes. Nada que hacer con una persona tímida y dolida en una etapa diferente de transición… Aunque puede que en parte esto me suceda porque no es con ella con quien quisiera tener nuestro acontecimiento exclusivo en común. Cosas de un mundo limitado por lo prohibido y lo absurdo, en donde las contradicciones anulan la libertad de poder hacer lo que te apetece y vivir la vida tal y como la sientes en ese momento. Continuaré frustrando a mi Dionisio con mi celibato hasta que encuentre otra chica que por interesante, me escueza. O hasta entrometerme en construcciones ajenas… Y es que parece que estoy condenado a no sentir nada sin que además me tenga que doler.

Son las seis de la mañana…

Son las 6:00 y me levanto, llevo un rato dándole vueltas a ciertas cosas en mi cabeza, voy a poner la cafetera que sin mi primer café no soy persona. Por fin esta noche el insomnio me ha dado una tregua, he dormido algo más de mis seis horas mínimas necesarias.

 Estoy tranquilo estos días tras haber pasado hasta hace no mucho un periodo de intento de tregua sentimental conmigo mismo. Algo más de tres meses sin quedar con nadie intentando tranquilizar un poco mi flagelada consciencia. Algo que no me sale demasiado bien porque por lo visto tengo un interior demasiado ruidoso y compulsivo, lo único que conseguí fue pensar en mi cada vez más distante ex y aturdirme buceando en nubes de humo. Eso cuando no estaba rodeado de esa gente extraña que arrastra carritos. Pero la situación ha cambiado. Estoy cumpliendo algunos microproyectos sobre los que tal vez hable, hace un mes que no fumo, he tenido alguna experiencia curiosa con alguien y estoy sintiendo cosas que, como no, me perturban… pero bueno, de eso igual hablaré otro día.

Dentro de un rato iré al gimnasio, allí hay muy buena gente, estoy a gusto en este pueblo aunque esté lleno de desconocidos conocidos; para una gran parte de ellos paso desapercibido mientras trabajo, pero me señalan con los ojos cuando me encuentran fuera de lo que ellos consideran mi lugar natural, como si no perteneciera al exterior de ese supermercado en el que trabajo disfrazado de vigilante; como si por las noches me dejaran cargando las baterías en un cuartito hasta la mañana siguiente…consecuencias de un trabajo incomprendido para la mayoría, pero que realizo cómodamente y hasta me gusta.

Son gente a la que ya “conozco” del día a día. A veces solo necesito ver una parte de su peinado tras una estantería o su silueta caminante a lo lejos para saber de quién se trata… No trabajo mirando con mis prejuicios, como por desgracia es habitual en mi sector, si no que intento meterme dentro de la gente, en sus mentes y averiguar con qué intención están ahí. Es una exploración invasiva que intento hacer disimuladamente porque molesta, lógicamente. En ocasiones me saltan con la típica pregunta: ¿Me estás siguiendo? ¿Por qué me miras?… Sobre todo si pertenecen a alguna etnia discriminada y dan por hecho que soy un calvo nazi cabrón, siendo ellos los que me prejuzgan, aunque no les culpo demasiado por ello… Normalmente me gusta explicar (pese a las instrucciones que suelen dar las empresas de ignorar estas situaciones) que mi trabajo es vigilar, que si miro no es porque les acuse de nada si no porque me tengo que asegurar de que todo está correcto, y lo hago así con todos. Si lo entienden bien, si no, tampoco insisto… no tengo que pedir disculpas por mi trabajo, y si se vuelven ofensivos y molestos en el entorno que está bajo mi protección y responsabilidad haré que se marchen. Sin más… Cada uno es responsable de gestionar sus tensiones y prejuicios. Yo soy buena gente, pero no me voy con tonterías y puedo ser duro. Y creo que es una buena combinación en mi trabajo.

Normalmente mi forma de solucionar conflictos con las personas es el diálogo, con un tono firme y amable pero opaco… yo sé interpretarlos a ellos, pero dejaré que perciban de mí lo que me interesa. En el momento en que uno mismo duda o muestra nerviosismo, se crecen y todo se complica, pierdes el control de la situación y se te puede ir de las manos. No es que no te pongas nervioso, pero aprendes a ignorarlo. Apoyo mi posición en ese diálogo induciendo la sensación de que en caso de que me pongan las cosas difíciles actuaré en consecuencia y sin vacilar. Normalmente consigo hacerles entender, casi sin que se den cuenta, que su mejor opción es seguir mis instrucciones y que no les interesa que nos alteremos. Además, no les dejo pensar demasiado hasta que, según el caso, ya los he sacado fuera o los tengo en un entorno que yo domine y en el que se sientan vulnerables, lejos del público; y ahí es donde ellos se derrotan. Ahí termina mi presión sobre ellos reforzando su sensación de que están haciendo lo correcto y sigo respetuosamente el protocolo establecido para esa situación concreta. Trabajo hecho, me digo, y a otra cosa. Sin implicarme de forma personal, pero sin dejar de ser una persona.

– Que bien vives, dando vueltas todo el día por aquí fresquito- me dicen muchos por ignorancia, otras veces además con una combinación de envidia y desprecio… sería curioso verlos en ciertas situaciones a ver qué hacen y que opinan entonces. Siempre digo que los vigilantes somos gente extraña.

Este trabajo, como todas las acciones repetitivas que uno hace diariamente durante horas, te condiciona… se convierte en un hábito. Una compañera del supermercado me comentó que el otro día estaba de día libre en una tienda de la misma cadena lejos de aquí y que sin darse cuenta estaba organizando los productos de una estantería ante la mirada no demasiado sorprendida de su marido. A mí, entre otras secuelas, me pasa algo parecido con la gente con la que trato en cualquier entorno y contexto; cuando las miro busco ya de forma instintiva quienes son, no lo que intentan aparentar.

Soy observador con las personas, cada vez más; y aprendo mucho de ellos, de cualquier tipo de relación que tenga con alguien.

Recuerdo a menudo una experiencia que me paso al principio de ganarme la vida en esto, hace ya un tiempo. Entonces mi servicio era en un centro comercial y éramos cuatro o cinco vigilantes en ese momento. El que estaba al cargo de las cámaras nos avisa por emisora de que ha visto a un individuo con aspecto sospechoso ocultarse un producto de una tienda de bisutería. Y nos indica su posición. Nos acercamos tres compañeros, los tres con un aspecto bastante intimidante. El perfil del individuo era un chaval de treinta y pocos años, aparentemente toxicómano, muy delgado y no muy alto. Llamaba la atención. Yo no dirigía la intervención si no que estaba de apoyo, y ante nuestra sorpresa, tras pedirle lo que se había ocultado, sale corriendo por el centro comercial sin posibilidad de salir… algo incoherente. Nos obliga a correr detrás de él y al alcanzarlo se resiste y forcejea, nos caemos al suelo con él sorprendidos por la fuerza que tiene en ese momento pese a su tamaño. Observo que se ha dañado la ceja y empieza a sangrar por ella. Nos vemos obligado a cogerle los brazos y engrilletarlo, no sin dificultad y haciéndole algo de daño. No lo había hecho nunca y era muy diferente a lo que practicas en esos cursillos de defensa personal que ahora me dan mucha risa… la realidad de estas intervenciones es muy diferente, sin esa elegancia marcial de las pelis, todo es mucho más guarro. Una vez engrilletado se tranquiliza un poco. Lo llevamos al cuarto de seguridad y lo sentamos en una silla tras cachearlo y encontrarle un anillo, que costaba tres euros… solo tres euros. El procedimiento es llamar a la Policía Nacional y custodiarlo hasta que vengan. Y me quedo yo frente a él, de pie junto a la puerta de un habitáculo de 2,5 x 2,5 metros con una cámara en el techo y las paredes blancas.

Él se mantiene sentado, aparentemente tranquilo, engrilletado y con la ceja herida, aunque ya no sangra. No dejo de mirarlo porque no consigo prever si va a saltarme a morderme o lo que sea… No estoy asustado. Mantengo el puño cerrado y por mal que me sepa sé lo que tengo que hacer si reacciona de forma extraña. Espero que no haga tonterías…

Para mi sorpresa se pone a llorar….

 Se acaba de despertar mi compañero de piso y me saca un poco del trance. Voy a hacerme mi batido matinal de avena, huevo, leche de soja y plátano… Ya son las 8:30, se me está haciendo tarde para ir al gimnasio. Me gusta ir sobre las 8:00. Pero bueno, estoy bien aquí divagando frente al ordenador. Me quedaré un rato más.

Como contaba, este chico se me puso a llorar… de todas las reacciones posibles es la que menos me esperaba. Pero intento no transmitirle nada, me mantengo de pie con una mirada neutra. Él me mira sumiso, derrotado, y empieza a contarme…

–¡Es que soy un idiota, joder! Acabo de salir de la cárcel, iba a casa de mi madre, quería llevarle un regalo y se me ha ocurrido esto… soy un desastre… –Yo le respondo que por una tontería así “se la juega”, que no era necesario todo esto.

– Ya lo sé. Pero es que toda mi vida ha sido una mierda. A veces no sé ni lo que hago – Me comenta que hace tiempo conoció a una chica, y que con ella se metió en la droga… recuerdo que le atribuía a ella la culpa de la situación en la que se encontraba en ese momento, y que había pasado por una muy mala vida. Y un día acabaron encerrándolo. También se infectó de sida en esta etapa. Luego, según me comenta, en la cárcel conoció a Dios o a Jesucristo… a uno de estos, no recuerdo bien, y consiguió dejarse la droga. Ahora había salido y se iba, no recuerdo bien si a Zaragoza, a ver a su madre como ya he dicho… Hasta que se encontró conmigo y con esa situación. Engrilletado frente a mí, un segurata de un centro comercial, con la ceja rota, contándome su vida.

Siguió hablándome, no recuerdo mucho más de la conversación. Yo ya sabía que no era peligroso, estaba haciendo mi trabajo y lo escuchaba. Ya no hacía fuerza manteniendo el puño cerrado si no intentando no soltar ninguna lágrima. No era un diálogo, era un monólogo, una confesión y un desahogo.

Llegó la policía y al lado de donde estábamos, tras un corto pasillo, estaba el PPS con las cámaras de todo el centro comercial, un par de escritorios con un compañero, el director de seguridad y varias cosas más. Se metieron allí a rellenar sus documentos y a hacer sus trámites y comprobaciones. Se emplea mucha cantidad de tiempo rellenando papeleo hasta por un anillo de tres euros.

Mientras tanto yo continuaba con este chico… que parecía más tranquilo y aliviado, incluso algo contento. Se acerca la policía, continúa sentado y engrilletado aunque pienso que ya lo podríamos haber soltado. La policía lo levanta de la silla para llevárselo. Cambian mis grilletes por los suyos y se los ponen por delante. Yo me aparto para cederles el paso y salgan pero cuando pasan por delante de mí el chico pide un momento y se da la vuelta hacia mí… me da la mano y me sonríe despidiéndose, mirándome con ojos de agradecimiento, con una ceja que yo le había roto por coger un anillo de tres euros antes de tirarme al suelo y “atarlo”. Imagino que agradecido por haberlo escuchado durante unos minutos pese a todo, por haberle hecho sentir persona, creo…

Es una experiencia que, por el motivo que sea (tampoco quiero racionalizarla demasiado) me sorprendió y me impactó mucho, y no puedo evitar emocionarme al recordarla.

En mi día a día actual trabajo sólo. Tengo un compañero con el que comparto el turno, el una mitad del día, yo la otra. Y durante el relevo nos pasamos novedades y charlamos un rato. El está dominado por prejuicios, como la mayoría… pero no es mal tío. Tenemos debates sobre los “personajillos” habituales del supermercado. En todos ellos suelen comprar su bebida una serie de alcohólicos y vagabundos que merodean por la zona, muchos de ellos con problemas mentales que entran, cogen su brick de vino o litro de cerveza y al rato vuelven a por más. Así como otras personas que hay en la puerta, pidiendo a los clientes que van entrando, que les compren algo o que les den un poco de dinero.

Mi compañero, como mucha de la gente que trabaja en el supermercado, habla de ellos y los trata con desprecio y asco. Yo sé que es porque son víctimas de sus prejuicios y miedos, y sé también que ellos no son conscientes del todo sobre esto. Así que cuando me sueltan algún comentario ofensivo sobre ellos les respondo refutando, preguntándoles los motivos de ese asco ¿Dónde ven el peligro?¿En qué consideran que son una amenaza cuando nunca han hecho nada malo? Cuando intentan argumentarme ese odio que tienen no pueden, se pierden en explicaciones que no tienen sentido y se ponen nerviosos. Intento hacerles ver que están equivocados, que realmente no es de ellos esa idea, que es condicionada… pero eso les da igual. Mis compañeros no son mala gente, pero se comportan así. A mí me dan pena ellos. No esta gente que está desplazada del sistema, convertidas en cosas que molestan. Incluso a estos a veces los admiro: Son libres… los veo entrar y la mayoría me saludan, ya saben que no tengo prejuicios, también saben que si se tambalean demasiado les voy a pedir que salgan, pero que es mi trabajo, y lo entienden. He tenido conversaciones muy interesantes con algunos de ellos. Otros son ajenos a todo: viven en su mundo y les da absolutamente igual lo que se opine de ellos. Alguno parece que está enfermo y su nivel de decadencia es extremo, y basa su vida en destruirse alimentándose solo de cerveza y algún pastelito, su aspecto físico no augura mucho tiempo de vida. A veces dejo de ver a alguno y me pregunto si habrá muerto ya tirado en la calle como un perro atropellado, ignorado. Para mí esa gente no pasa desapercibida aunque no me implico en sus vidas, me entristecen. Yo no puedo girar la cabeza al verlos o ignorarlos…

Imagino que son consecuencias de observar dentro de las personas sin prejuicios, busco por mi trabajo las intenciones con las que vienen, por si son hostiles, y encuentro esas cosas dentro de ellos.

Muchos de esos clientes «decentes» habituales, que entran a comprar y me comentan si no se puede hacer nada con “esa gentuza que hay en la puerta pidiendo”. Como estoy trabajando tengo que reprimir mi respuesta, mientras los veo orgullosos con sus tetas operadas, morros llenos de botox, corbateados, trajeados, marcados con iconos consumistas… Algunos obsesionados con depilarse y tatuarse según la moda de turno, imitándose unos a otros; Con músculos inflados con medicamentos; intentando agradar a otros cumpliendo los cánones. Con una autoestima basada en la envidia mutua y mirarse de reojo… Son unos tristes sin personalidad sobre tacones que les pone respingón el culo y adictos a comprar productos light y a camuflar sus miserias… Eso sí que me parecen gentuza.

Pero no quiero pecar por lo mismo que ellos. No puedo evitar sentir desprecio, pero sé que también son personas, tendrán sus cosas buenas pero, por sus propios motivos, se han convertido en víctimas, aunque voluntarias, acomodadas a esa forma de vida que les ha proporcionado esa falsa estabilidad y lugar en el mundo. Una identidad solo para tristes y cobardes… tampoco suponen un peligro para mí, no debería odiarlos.

 Son las 9:51 … me encolerizo un poco al hablar de esta gente, no puedo evitarlo, pero bien, me queda un café en la cafetera, voy a por él y termino ya. A veces me paso una mañana entera escribiendo estas cosas y no sé exactamente ni porqué. Quiero hacer algo más antes de volver a trabajar por la tarde…

Esta gente alienada de la que hablaba es uno de los extremos que me suelo encontrar en el día a día, un éxito absoluto de “aquello, sea lo que sea” que mediante la influencia condicionada de prejuicios y falsos ideales se convierten a si mismos en un feo producto prefabricado en serie.

Pero a mí me gusta trabajar con gente. Ni mucho menos todos son así. Y además, todos tienen algo bueno. El día a día hace que muchas personas se acostumbren a tu presencia en un entorno tan habitual para ellos como es el supermercado donde van a comprar su comida y lo que suelen necesitar más habitualmente. Noto ya tras unos meses como algunas miradas de curiosidad y desconfianza del principio se hacen algo más familiares y ya se atreven a gastarte bromas, comentarte cosas (algunas realmente sorprendentes)… se dan cuenta de que no muerdes. Hay alguna señora entrañable que te trata de forma maternal… supongo que le recordaré a algún hijo o nieto. O esos niños que más allá de cualquier prejuicio y dominados por su curiosidad te persiguen descaradamente con la mirada cada vez que pasas junto a ellos. No puedo evitar soltar una sonrisa cuando me miran con la cabeza forzada hacia arriba. Alguno me pregunta si lo que llevo ahí colgando es una espada, si he matado a alguien o porqué no tengo pelo… Y no solo te lo preguntan si no que se quedan quietos mirándote y exigiendo la respuesta. Intentando averiguar “Qué soy”. Con sus padres al lado avergonzados hasta que ven que intento evitar partirme de la risa… No deberíamos nunca de perder esa curiosidad. También te encuentras con alguna mujer casada que cuando no está con su marido te atraviesa con una mirada descarada y algo lujuriosa, traviesa. Y que cuando está con él es de resignación y aburrimiento. Otra señora mayor del pueblo, adinerada y que vive en África, con la habilidad increíble de no callarse nunca; dice que soy muy majo, y que me vaya con ella de viaje. Obviamente no me dejo comprar pero eso me hace mucha gracia. Tendrá unos 70 años pero vive a su manera, y es muy lúcida y fuerte pese a la apariencia de abuelita de 1,50 m.

Y tantos otros perfiles diferentes que voy conociendo…

Por supuesto está la gente que trabaja allí. Me llevo bien con todos. Hacen que me sienta uno más y sé que con mi presencia se sientan seguros, que es la función para la que yo estoy allí y por lo que se valora la calidad de mi trabajo. Pero la relación no se reduce solo a eso. A veces están estresados y te hablan, te comentan cosas, se apoyan en ti… creo que me ven como una buena persona y alguien neutral a todas las tramas que entre ellos se desarrollan. Yo hago mi trabajo y soy responsable, tengo claras las diferentes actuaciones en lo personal y lo laboral, y como solucionarlo en caso de que entren en conflicto (Por ahora) pero tengo un trato cercano a ellos, y realmente los aprecio… incluso a alguno de ellos más de lo que me gustaría.

Trabajo para una empresa capitalista importante, pero que de momento respeta como soy, no me exige sumisión si no responsabilidad, carácter y personalidad, entienden que es lo necesario para cierta capacidad resolutiva ante posibles conflictos y además, es la imagen que buscan en representación de la empresa… esta a su vez tiene como cliente a otra gran empresa capitalista también de gran transcendencia en la que desarrollo el servicio de seguridad. Pero mi función es la de tratar de que a las personas que cumplen sus tareas dentro de esta no les pase nada. Alguno puede pensar que mi trabajo es incompatible con mi forma de ser y pensar… podría (o no) serlo si fuera policía o militar, pero no como vigilante. No tengo nada que envidiar a las fuerzas y cuerpos de seguridad, muchas veces se nos compara y enfrenta o se me discrimina frente a ellos. Es un debate en el que no suelo entrar. Desarrollamos funciones totalmente diferentes. Yo sé cuál es mi trabajo y conozco bien mis capacidades, y estoy contento con el resultado. No sirvo directamente al poder, aunque protejo y contribuyo a parte de un sistema capitalista que me repugna. Pero nunca haré algo que esté por encima de mis principios y tengo claro que si no puedo ser tal y como soy en ese sitio donde desarrollo mi tarea profesional, que no deja de ser una obligación, es que no es mi sitio. No voy a prostituir mis ideales ni mi dignidad por algo tan banal como es el trabajo. A veces tengo que aguantar tonterías, pero siempre leves que atribuyo a que entiendo que no voy a encontrar una situación perfecta, pero está dentro de mis límites de tolerancia, que por cierto, ciertamente me doy cuenta de que cada vez son más estrechos. Pero de momento me mantengo cómodo.

Ahora sí… ya son las 10:44 y al final me ha salido una descripción de mi trabajo, aunque no es realmente de lo que hablo…

Creo que pocas veces “hablo” realmente de lo que aparentemente escribo. Temo que llegue un día en el que sea todo metáforas y alegorías, y que ni yo mismo me entienda. Mi hermana suele decir que detrás de una frase mía hay por lo menos dos más que no se ven a simple vista. Cuando me toca hacer de hermano mayor, si solo se quedan con mi mensaje literal, a veces se enfadan, pero ya me conocen… se les pasa. Saben que hay una buena intención en ello. Y no tienen más remedio que quererme…

Voy a pegarme una ducha y al gimnasio. Ahí no estoy disfrazado y mantengo un contacto más sincero con la gente. Hay personas ahí dentro que realmente valen la pena. También otros perfiles de los que aprendo y a los que aprecio… No hace demasiado era mucho más tímido, no me abría a la gente como lo hago ahora. Es uno de los cambios más notables en mí y de los que más orgulloso estoy. Para esto es clave como he dicho tantas veces vencer al miedo… No es no tenerlo, si no el no dejar que te domine. Me da igual lo que piensen de mi, y eso hace que me muestre como soy, y me va mucho mejor desde que soy me comporto así, sin pensar si lo que digo les pueda resultar o no extraño, si me aceptarán o no… todo eso son solo tonterías y malgastar tu tiempo.

¿Algo falla?

En este tiempo desde que me mudé han sido unos meses extraños. Pero bueno, vaya cosa… Últimamente todos los meses han sido extraños.
Vivo en un sitio turístico, mi trabajo es cómodo y tengo lo necesario para vivir: mi gimnasio, la playa cerca. Comparto piso con dos chicos. Uno de 24, que no es mal chaval aunque es un poco desastre, pero bueno… se puede soportar; y un nativo de 44 años recién divorciado, con el que me llevo bastante bien.
Tengo a medio plazo mis necesidades cubiertas. En cuanto se acabe el servicio que estoy realizando, previsiblemente cuando acabe el verano. La empresa me propondrá otro lugar donde trabajar, y si me interesa (seguramente) cogeré mis cosas y pasaré una temporada en otro sitio… Esto en mi situación no me parece algo incómodo, es más, de momento me gusta la idea.
En este blog, durante este tiempo he escrito sobre mi relación con otras personas. Siempre ha sido algo difícil para mí tratar con otros en algunos contextos y era consciente de que eso ha sido una limitación grave en mi. Por eso, hablar sobre como me relaciono ha sido una buena referencia para darme cuenta de algunas cosas que he cambiado.
En el entorno social, cuando trataba con gente extraña, siempre he tenido cierta inseguridad que me ha limitado y perjudicado en algunos momentos… simplemente, me impedía ser yo. Pero solo pasaba en ciertas situaciones. Ahora sé que es porque que soy bastante incapaz de vivir una vida mimética. Mi forma natural de relacionarme con el mundo es expresándome, de dentro hacia fuera, saliendo de mí hacia el mundo. Y no al revés, dejando que el mundo entre en mí tomando el control, hecho que me genera frustración y ansiedad. Esas situaciones concretas en las que tengo problemas son las que me exigen ese comportamiento mimético… El tener que usar otro lenguaje, otra indumentaria, tener cuidado porque si no dices “las cosas adecuadas” cometes un error de protocolo con posibles consecuencias. Sencillamente no me sienta bien comportarme de otra forma diferente a como soy, así que estoy silencioso y evasivo, incómodo cuando debo de hacerlo. Esa tensión la percibo como inseguridad. Y finalmente acaba influyendo en mis acciones. Ahora ya la conozco. Así que, por un lado, intento evitar comportarme de forma mimética, incluso en situaciones en las que supuestamente debería; prefiero parecer directo y claro a idiota. Por otro lado, en las que no tengo más remedio que seguir cierto protocolo, intento reducirlo al mínimo y terminar cuanto antes. Apuesto por mis capacidades y mi personalidad real, y las muestro… a veces con soltar una pequeña ironía basta y aguanto un rato más. Si no soy compatible con el entorno, ese no es mi lugar, y no quiero estar ahí.
Quedaba las primeras semanas con una chica que conocí antes de salir de Valencia… Un encanto y bastante peculiar, hacía tiempo que no me enviaba mensajes diarios con alguien. Eso también fue extraño. Luego pasa lo de siempre. Lo pasas bien, hay cariño, pero no hay expectativas… vives acontecimientos hasta que se acaba. De momento una amiga, previsiblemente, el olvido. No pasa nada, fue bonito, la eché de menos un poco, unos días, pero algo soportable y natural. La recuerdo a veces, como a todas ellas, que no son tantas. ¿Y ahora qué? ¿Debería buscarme a “otras”? ¿Por qué debería?
Conocí a esta chica de Valencia cuando intentaba dejar de pensar en la chica que ríe entre sollozos, que a su vez, hizo que pensara en ella y no en mi ex. Entre medias algún parche más. ¿Y ahora? Creo que voy a descansar un poco de esto, si conozco a alguien que sea casualmente, no tengo ganas de “buscar a alguien que me silencie o para no sentir soledad” … Estoy cansado de pensar en alguien.
Como si fuera una música de fondo, me encontré poco después volviendo a pensar en mi anterior pareja… ¿En Serio?¿Después de más de un año sin verla y tras creerla prácticamente olvidada? Pero no echándola de menos, creo, solo algo de dolor, de tristeza, como un eco remanente de ese vacío que dejo ella y que supongo se acabará cerrando del todo. Supongo que un par de mensajes insustanciales recibidos son capaces de remover un poco la mierda. También murió un familiar cercano hace poco… no tenía contacto diario con él, pero siempre me afecta la visión de la muerte.
Hablaba de esto con una amiga. Me dijo que ya era hora de olvidarla, que si me pasa eso es porque “Algo falla”. Curiosa respuesta aunque no sé bien cómo interpretarla. Seguramente si me pusiera en manos de psicólogos podrían diagnosticarme una docena de patologías…paso. Otra amiga me comentó que estuvo hasta dos años pensando en su ex. Sé que estas cosas son diferentes para cada uno. Yo soy así y me siento de esta forma. No puedo cambiarlo, solo vivir con ello… no es para tanto. Ya pasará.
He pasado dos meses que, en el tiempo en que el no he estado con mi rutina de trabajo, gimnasio o en alguna visita fuera, lo he pasado algo encerrado en mi. Acompañado de mis derivas mentales y de la maría. Evadido un poco del mundo, solo algo de playa, alguna cena con los compañeros, pero la mayor parte del tiempo sólo. Suelo pasar alguna temporada así. Alguna semana en la que apenas digo nada a nadie… en la que simplemente me apetece estar desconectado.
Actualmente, de momento lo de pensar en «aquella chica» se me ha pasado, ha vuelto a una distancia más cómoda. Estoy tranquilo… solo tranquilo, aunque no me siento como si fuera suficiente.

Estos dos meses, en este sitio y en verano, creo que podría haberlos aprovechado mejor. ¿Cómo podría aprovechar mejor el tiempo? ¿Conociendo gente, mujeres…? No creo que sea positivo si voy condicionado con la necesidad de olvidarme de alguien, o para no aburrirme… no me apetece conocer a alguien así. Y mucho menos que me gustase demasiado cuando estoy a punto seguramente de marcharme. Pero creo que ya va siendo hora de salir de mi y vivir un poco más, no tomarme el traslado como una excusa para aislarme. Además de que ya hace falta un poco de cariño. Y tengo mis pequeños proyectos, y los quiero hacer.
Van pasando los años y voy cambiando, creciendo, pero tengo algo pendiente que sé que debería de ser el siguiente paso: dejar de fumar cannabis. Mi patético escondite y mi ritual. Me parece curioso que la dificultad de superar esto resida precisamente en la sencillez de dejarlo y ser consciente de que lo puedes hacer en cualquier momento. O eso me gusta creer. Puede que sea verdad lo que me decía mi amiga… Algo falla.

Sigo un ciclo que se retroalimenta. Me aíslo y decido fumar, lo que me aísla aun más, esquivando el tiempo y dejando pasar mi vida de esa tarde, o ese día… Al día siguiente, si me descuido, lo mismo. Además, noto como influye en mi personalidad y en mi salud,a la vez que los efectos que me atraían de ella desaparecen, solo queda la inactividad. Y eso puede que esté bien una temporada breve, en alguna situación concreta, pero sé que en mi caso es demasiado. Dejo de fumar unos días, noto que me sienta bien, pero en breve inicio otro ciclo, y así llevo ya un tiempo. A esto es a lo que debo de poner solución ya, porque soy consciente de que me afecta y limita más de lo que me gustaría admitir.

Y pasó un año… y vencí al miedo…

Tiempo en mis manosEs inevitable para mi el valor de algunos eventos simbólicos como por ejemplo el cambio de año, que en mi caso, es en Abril. No sólo porque es cuando se revisa la cifra que cuantifica mi vejez. Si no también porque en los últimos años, casualmente en este mes, me han sucedido cosas con gran relevancia que han determinado especialmente el curso de mi vida. Están ahí… y el eco de mis pasados, pese a mi tendencia a desvincularme de ellos, se percibe especialmente en estos días. Hace una año mi mundo, mi vida, yo… Todo era muy diferente. No faltaría mucho, tan solo unos días, para que me diera cuenta de que todas las decisiones y trabajo que había hecho en los últimos años no servían para nada. Llegó el día en el que toda mi vida se hundió quedándome sin trabajo y sin pareja al mismo tiempo. Viviendo en Valencia que entonces era como una decoración del dormitorio que tenía cerca del trabajo antes de volver a lo que yo consideraba mi vida real los días que tenía libres, que era en Alcoy. Y que se volvió ruinas. Cayó un proyecto de vida en el cual en el fondo, no creía… no me llenaba. A partir de aquí tuve que empezar a reconstruirme. Algo por lo que todos pasamos varias veces. Tuve otras ocasiones de reinicio en mi vida… tal vez ensayos, insuficientemente eficaces. Seguía en aquellas ocasiones con mi habitual sensación de crisis existencial. Haciendo las cosas como “debía de hacerlas” aunque a mi manera y con mis líneas rojas que solo superaba, creía que justificadamente, por el miedo… siempre el puto miedo. ¿El miedo a qué? A la soledad, al rechazo, a perder el trabajo, a no tener nada, al dolor, a la muerte, a la incertidumbre, al olvido… Ese miedo. Pero no estoy hecho solo de miedo, y siempre he sido consciente de él. Siempre he visto la salida y otras opciones. Pero mi cobardía me mantenía atado.

Cobarde…

Me encontré sólo en medio de ese desastre personal. Lleno de vergüenza y ese dolor. Sólo… pero respirando y libre. Sin ese miedo, porque ya no podía perder mucho más. Sólo, decepcionado y herido… pero me sentía fuerte. Porque estaba sano, cabreado y cansado de sentirme como un imbécil. Consciente de que no tenía muchas más opciones para decidir quien soy. Aburrido de ensayos y calcos de vidas de otros. Mi miedo desapareció y quedo una agradable sensación de “me da igual”… Me dan igual las obligaciones, lo que piensen los demás y sobre todo lo que piensen de mí, en lo que trabaje, el hecho ineludible de morir… y si lo haré sólo. Todas esas cosas que te imponen crear una adecuada identidad propia artificial… como ponerse una mortaja alquilada de por vida. Me cansé de no ser yo… sea quien sea ese yo. Sé que el miedo no se vence para siempre, y en ocasiones noto que acecha, aunque con una diferencia… y es que ya sé lo que es, conozco muchas de las formas que adopta y cómo vencerlo. Incluso he llegado a jugar con él… solamente tengo que procurar no perder la capacidad de verlo. Mientras, noto a mis fantasmas latentes, esperando un momento de debilidad para volver a dominarme si les doy ocasión. Ha sido un año interesante que empecé destrozado, con un vacío que daba vértigo pero con una gran energía. Ese punto de tristeza le da un aspecto interesante a la vida. La libertad de no tener nada ni ser nadie, como dijo una amiga hace poco. Y decidí aprovechar mi situación… En ese estado hice El Camino, en el que paso a paso me dominaba una sensación de“vivir el momento presente” al conocer a cada instante sitios nuevos, otra gente. Un escenario nuevo que cambia constantemente. Gente de todo tipo, en un estado de transparencia y búsqueda similar al mío… cada uno con su historia. Gente anónima que te da la sensación de conocerlos y con los que compartes una parte pequeña de tu vida, que puede que recuerdes o no con el tiempo, pero que habrá dejado un huella, una enseñanza para siempre.

Te das cuenta en seguida de que la principal enseñanza del Camino es que es una metáfora de la vida en la que solo estás tú tal y como eres. Ves lo que es realmente importante. Sin ninguno de esos roles absurdos que adoptas en la farsa que te obligas a seguir cuando estás en sociedad y que al final tú mismo acabas creyendo. Tuve que hacerlo en dos veces ya que la primera vez, tras doce días caminando, tuve que retirarme por orden médica al infectárseme las ampollas de los pies. Volví poco tiempo después y lo terminé. Aunque “terminarlo” es lo de menos… En la vuelta a casa notas que te acompaña una sensación de alivio y renovación al haber pasado un tiempo en paz contigo mismo… eso es lo que engancha y hace que la gente vuelva. Estuve siete meses sin empleo. Buscando trabajo mientras me reconstruía. Tenía mucho tiempo libre para pensar. Conocí gente. Muy buena gente que en poco tiempo se hizo importante en mi vida, personas que me aprecian por como soy. No necesito adoptar roles, no necesito adaptarme para agradar a nadie… cosa que casi se hace inconscientemente. Y además, es que ya no me da la gana. Desaparece la inseguridad porque me di cuenta de que estoy bien como soy, pese a que sigo siendo incompleto. Continúo creciendo y superándome… y espero que siempre sea así. Luego conocí mujeres. Tras un tiempo en casta cuarentena me sentí listo para intimar, pero sin la necesidad ni intención de firmar Amantescontratos con compromisos, sin obligaciones… intentando ver lo que realmente se busca detrás de esa necesidad de intimar con alguien, ya que a mis 35 años apenas he pasado un tiempo soltero; Quería saber cuánto de físico y sentimental hay detrás de las relaciones, si es que realmente hay una diferencia entre uno y otro. Y normalizar en mi el hecho de conocer gente. Aprendí que a veces puedes vivir más con alguien en una noche que en dos años. El tiempo es más relativo que nunca en estos casos. Aunque sea gente que no vuelvas a ver, o con la que al final puede que acabes de una forma incómoda. Gente con la que compartes uno o varios momentos únicos que de nuevo, dejarán una huella en mi para siempre. Aunque con el tiempo igual no nos recordemos… ¿Y qué más da? No buscábamos hacer recuerdos. Si no esa sensación de paz al no tener absolutamente nada más, en ese momento, que dos miradas profundas cruzadas tras un rato de euforia inconsciente. Casi es como un castigo dulce que te obliga a devorarte a ti mismo, rascarte heridas que aún escuecen, porque no soy inmune a lo que pase con otra persona… Pero vives y disfrutas pese a ratos complicados, compensa… y la alternativa es ser un muerto que respira. Está equivocado quien dice que para esto hay normas. Cada persona y cada experiencia es diferente. Ponemos nombres a las cosas porque somos seres limitados y necesitamos cuantificar las experiencias de alguna forma para poder almacenar sus sombras, mutilándolas con esas etiquetas. Me quedaba sin recursos, no encontraba trabajo… se acercó el momento de colapso económico. Tendría que mudarme y depender de alguien a esperas de que me saliera algún trabajo. Incómoda situación pero inevitable. Y por suerte en mi familia, aunque nos separe la distancia unos a otros, estamos ahí para las situaciones en las que necesitamos ayuda. Pero en el último momento me llamaron de una empresa. Tras una entrevista volví a trabajar en lo que solía hacer estos último años. La seguridad privada, que es un trabajo que me resulta sencillo por mi forma de ser. Me sentí aliviado y empecé a recuperarme económicamente. Pero no tardé en ver que esta empresa me pedía un coste de dignidad demasiado alto. Creo que valgo lo suficiente profesionalmente para que se me pague lo que me corresponde. Y que como persona se me tienen que dar los descansos que necesito para recuperarme y poder vivir. Estaban contentos con mi trabajo. Pero esta empresa tenía la práctica habitual de que cada mes había que firmar unos documentos cuyo único fin era limitar mis posibilidades futuras de poder ejercer mis derechos judiciales como trabajador. Y ese hecho, entre otros, me molestaba bastante. Nos quejamos de como están las cosas. Nos indignamos y decimos que hay que cambiarlas, que estaríamos dispuestos a hacer rodar cabezas y prender fuego al país. Se ven miles de personas en las calles con carteles y lemas reivindicativos… ¿Cuánta de esta gente esta siendo sincera consigo mismo en ese momento? Espero que más de las que creo. Tengo fe en las personas, pero hay muchas formas de hacer terapias de grupo masivas y disipar tensiones alimentando esa “identidad virtual” que tan domesticados nos tiene… Y al final, las cosas siguen siempre igual. ¿Cuantas veces nos encontramos en nuestro día a día con situaciones en las que realmente podemos ser reivindicativos con nuestro ideal de sociedad? Que fácil es hacer demagogia con uno mismo y justificar nuestra patética resignación, lo sé por experiencia. Se me presentó esta situación en la que pese a estar muy contentos conmigo como trabajador, no me renovarían el contrato si no firmaba ese papel. Valoraban más mi resignación y mi miedo que mis capacidades profesionales. Me dieron unos días para pensarlo. Pensé que debería de firmar… lo razonable era trabajar hasta que me saliera otra cosa. Que tengo que trabajar para comer, no tengo otros ingresos. Que todo el mundo lo hace y solamente es “firmar un papel”. Tendría que firmarlo cada mes… Y me vi a mi mismo cada mes en esa oficina con la cabeza agachada firmándolo, justificándome que no me dieran descansos, que no me pagaran lo correcto. Creyéndome eso que me dijo la “jefa” de que se sentía como si “me hubiera abierto las puertas de su casa y me estuviera dando un bocadillo del cual yo me estoy quejando”...

Y cambié de idea. No quiero estar más tiempo amargado en un sitio en el que no se me respeta. No quiero mirarme al espejo y ver de nuevo a un cobarde traidor. ¿Que se me complican las cosas? Me da igual, prefiero la miseria a volver a tirarme años esperando a que los ángeles me ayuden. Y dije que no. No se esperaba esa respuesta y eso me gustó. Esta demasiado acostumbrada a domesticar con el miedo… y llegamos al acuerdo de prorrogar un mes el contrato mientras yo buscaba trabajo y ellos a un sustituto. Me sentí muy aliviado y contento con mi decisión. De ese “No me da la gana”. No llegue a terminar el mes. Me llamaron de otra empresa, líder en el sector, y me ofrecieron un servicio en un pueblo turístico en la costa de Valencia, a unos 50 km. Pase unas entrevistas y una formación, cogí mis pocas pertenencias, las cargue en un coche y hace unos días que vivo allí, en un piso compartido similar a como estaba en Valencia. Sé que solo necesito un lugar cómodo donde dormir y hacerme la comida, con buena gente. Tengo tiempo libre y trabajo… Estoy bien. Cuando llegue, empecé a caminar mirando a un lado y a otro y me sentí como cuando terminaba una de las etapas en el Camino de Santiago. Cuando llegaba al pueblo de fin de ruta buscando el albergue, algún sitio donde comer, etc… Ese día lo pasaba allí, y ya vería al día siguiente donde duermo, como, a quien conozco… He aprendido que Mi hogar soy yo. Es curioso como el Camino se muestra como una metáfora de la vida que acaba enseñándote a convertir tu vida en una metáfora del Camino. Y así estoy ahora mismo. Un año después de sentirme destrozado y vacío. Como si no valiera nada. Empezando mi vida en un sitio nuevo en el que sé que no me quedaré mucho tiempo. Ha sido un buen año, uno de los mejores que he vivido. Y he superado mis expectativas aunque tengo mucho por delante. No tengo que volver a traicionarme, no quiero sentirme de otra forma. No quiero nada más que poder seguir haciendo las cosas como las estoy haciendo… Que me dejen seguir viviendo.

Solamente unas noches…

Aquel día terminé de trabajar y llegaría a casa sobre las 22:30. Se presentaba otra noche aburrida antes de volver al trabajo al día siguiente. Estaba algo agobiado, llevaba semanas sin un duro porque todavía no había cobrado desde que empecé a trabajar. Además, de contacto humano empezaba a estar necesitado.
Estaba en el metro y recibí un mensaje suyo… empezamos a charlar un rato, era la segunda o tercera vez que hablábamos… y decidió de repente venirse a mi casa, casi en pijama… con esa espontaneidad e impredicibilidad que, como descubrí luego, tanto la caracteriza.
Nos conocimos y fue una buena noche, enseguida conectamos, y no fue difícil acabar desnudos en mi cama. Tiene un cuerpo espectacular y es todo pasión. Además es una chica muy fuerte, pero muy sensible… nunca pierde el optimismo y la sonrisa, aunque esté sollozando. Y no le van nada las normas ni la monogamia. Es un ser libre… Aunque dice que tiene ganas de encontrar a alguien y tener algo estable, que al final eso de estar soltera cansa. 1465117_630057533728069_1095004047_nEsa forma de vida no es algo a lo que yo esté acostumbrado. Siempre he tenido relaciones largas y estables hasta hace pocos meses.Ni siquiera he sido infiel nunca. Pero me llama mucho la atención y la admiro. Llevo tiempo intentando aplicar lo aprendido últimamente a mi vida. Quiero escapar de lo tradicional, de las limitaciones con las que nos condicionan. Quiero vivir experiencias en su expresión más pura, cuando surjan, y ver las cosas con claridad… tal y como son.
Me encanta el cariño que se puede llegar a compartir con alguien que acabas de conocer, mientras nos exploramos. Abrazados en la cama, dándonos besos y caricias… es como un diálogo irracional de nuestras intuiciones e instintos. Tan solo dejarse llevar y vivir ese momento, muy relajados… nada más importa. En ese momento soy consciente de que no sé si habrá otra noche. Y ese carácter efímero le da más valor aun a ese momento. Aunque no me deja dormir la idea de que a la mañana siguiente cada uno continuará con su vida. Y posiblemente desaparecerá.
Las relaciones estables empiezan porque se quiere repetir esas experiencias… pero normalmente eso no se consigue, con el tiempo desaparecen y acabas cogiéndole asco a quien duerme a tu lado. Aparecen el aburrimiento, el desprecio, el engaño y la mentira, la traición, la decepción y finalmente ese dolor que se te pega como napalm ardiendo .
Después de esa primera noche pasé unos días raros. No creo que la vuelva a ver pero nos enviamos algún mensaje. Intento aprender a interpretar correctamente mis emociones. Da un poco de miedo, pero si esto me hace sufrir algo, para nada será parecido a lo que he estado pasando hasta hace poco… pienso que vale la pena arriesgarse y dejarme llevar. Paso por diferentes estados de ánimo contradictorios a lo largo del día e intento discernir dentro de mi lo que es real de lo que no.

En esos días posteriores intento ocultarla un poco detrás otros labios, otras experiencias, que a su lado se quedan en mediocres. No me interesa vincularme, pero me gusta, y quiero más de ella.
Dos semanas después hay una segunda noche… mejor que la primera. Sigue siendo algo especial e inesperado. Pero de nuevo amanece y desaparece. Luego sigue en mi cabeza y dudo entre si poner distancia o dejarme llevar y aprovechar los momentos que nos surjan. Decido que no voy a ceder al miedo. Mantenemos el contacto, nos llevamos bien, pero hay distancia… la idea de que esté en otros brazos no me gusta demasiado. Y no debería importarme. Porque no hay nada malo,ni traiciones, ni mentiras.

No hay expectativas. No me las planteo. Sé que no podría estar con ella en una relación más seria debido a mi etapa personal actual, a diferencias en personalidad y a que no podría confiar en ella nunca.
Esta noche será la tercera… nos apetece a los dos volver a vernos. Han pasado pocos días desde la última vez… muy pocos, pienso. No me quiero acostumbrar, es lo que me repito, no es buen momento. Necesito más tiempo para eso. Sólo es sexo y pasarlo bien, compartir otro momento con alguien. Pero me cuesta ser así.

Sé lo que es eso de salir por una puerta y olvidar casi instantáneamente a esa persona que has dejado tras ella en su cama. Esto de quedar más veces es más complicado. Pero creo que hago lo correcto. Vivir… y ya veremos.

Escapando de la deriva, de momento.

He estado siete meses en paro, buscando empleo. Aunque para ser sincero, me lo tomé más en serio en la segunda mitad de este tiempo. En la primera estuve bastante ocupado tratando de rescatarme de mis escombros. Las consecuencias y el futuro me daban igual… Sabía que tenía un tiempo limitado en esta situación, seis meses era el tiempo que estaría cobrando la prestación por desempleo… después, pues ya se vería.
Este tiempo continué con la parte de mi vida que quedó tras salir de Alcoy. Tenía preferencia por seguir en mi piso compartido en Valencia. Piso antiguo, con dos compañeros que ya me conocen, sin excesivas comodidades pero con un alquiler barato y el que llevaba ya dos años utilizando como dormitorio cuando tenía que trabajar.
Si encontraba trabajo en esta nueva situación me permitiría vivir con bastante más calidad que antes, cuando tenía que pagar dos vidas. Viviría cómodamente y me permitiría ahorrar para viajar y vivir de la forma que me apetezca. He estado demasiado tiempo estresado por no tener dinero. Siempre he sido un miserable y no tengo problema con ello. Pero me asfixiaba mucho la idea de no poder darle más a mi pareja, viajar con ella, alguna escapada… Fueron tiempos difíciles y yo un imbécil por tener remordimientos por eso. No es tan dificil de entender para alguien con una visión realista como es la vida y los tiempos que vivimos. Aunque supongo que no es cuestión de comprensión… pero dejaré la mierda a un lado.
Aunque me apetecía quedarme en Valencia era consciente de las escasas probabilidades de encontrar empleo y estaba dispuesto, de nuevo, a irme allá donde hubiera trabajo. Me daba igual donde y en qué. Los dos últimos meses estuve bastante hiperactivo con esta búsqueda, y la gente que pudo me ayudaba dejando currículums a conocidos, etc.BUSCANDO-ESTOY...
En Noviembre cobré el último mes de paro y el tiempo se agotaba. Me quedaba sin ningún recurso. Me tocaba tener que depender de alguien. Cosa que desde los 21, en los que me independicé, solo tuve que hacer durante unos dos meses hace dos años, antes de encontrar este último trabajo en Valencia.
En aquella ocasión me salio mal una apuesta. Por entonces hacía un año que conocía a Sara, quería estar más cerca de ella y decidí dejar mi trabajo en Valencia por uno que encontré en Alicante, donde vivía ella. Pero yo no era compatible con la explotación y mentiras a las que me sometían en esa empresa y solo duré cuatro meses. Tras los cuales pude aguantar un tiempo en el lugar donde vivía. Hasta que me quedé sin dinero y tuve que salir de ahí. Me encontré en una situación que nunca olvidaré… Dentro del coche, parado junto a un parque tras meter todas mis cosas en mi coche, me pareció curioso que hubiera espacio para todas. Con la sensación de haber perdido mi autosuficiencia, que tanto valoraba, y tener que depender de otra persona. Fue un momento de autoanálisis bastante duro. Me dirigía a un lugar que no era una vivienda, si no un negocio, y a escondidas del público para que no hablaran supuestamente de eso… que por lo visto es algo indigno. Sabía que era una situación temporal, pero aun así causaba bastante tensión en mí, retroalimentada por el estres que a su vez causaba en mi pareja, que era la propietaria de ese negocio.

Fueron un par de meses, dificiles en ocasiones, y entonces la cosa se estabilizó. Volví a cobrar y empezamos a vivir en Alcoy, y esa fue una buena etapa. Poco después volví a trabajar en Valencia e inicié mi regimen de dos medias vidas que duró estos dos últimos años. Hasta que colapsó todo.
En esta nueva ocasión en la que me encontré en una situación similar, además de sin coche y sin novia, lo más lógico era ir con mis padres a Tarragona. Pero sé que me volvería loco a las dos semanas… no puedo estar más de media hora con ellos sin empezar a tener convulsiones por lo nervioso que me ponen. Los quiero mucho pero no se puede vivir con la tensión constante en la que viven. No sé como lo aguantan… me veía sin otra opción y no quiero molestar a nadie.
Para soportar la idea utilizo mis mantras típicos: Que es una situación temporal, que no tengo opción, que hay que ser coherente y aceptar las opciones que tienes en las situaciones dificiles. Que aun así soy afortunado por tener al menos un sitio donde dormir y comer, y no acabar en la calle… ese tipo de pensamientos con la melodía esa de fondo de «todo es una mierda».
Por suerte mis dos hermanas se ofrecieron a acojerme en su casa el tiempo que hiciera falta. Una en Alcoy, la otra en Tarragona. Me siento orgulloso y respaldado por la familia que tengo. Opte por la mudanza a Alcoy, de nuevo, para Diciembre. La situación podía convertirse en una experiencia positiva. Mi hermana necesitaba ayuda en algunos asuntos y creo que podría adaptarme bien a esa vida hasta que me saliera algo.
Una de las claves para sobrevivir es adaptarse a las nuevas situaciones, eso creo que no se me da mal. No me resulta demasiado complicado encontrar lo positivo en los momentos dificiles. Y tampoco es que fuera una situación catastrófica ni mucho menos… solo una etapa más.
Decidí hacer la mudanza el último fin de semana de Noviembre para agotar las posibilidades de que me saliera algo. Tuve mi fiesta de despedida en Valencia el último fin de semana, antes de la mudanza. Algo parecido debe de ser asisitir a tu propio entierro, aunque lo pasé muy bien… Echaría de menos a esta gente. Estaba listo para el cambio.
La última semana caminaba por la calle y recibo una llamada de una empresa para una entrevista esa misma mañana. Me acerco emocionado por la nueva opción a la dirección que me facilitaron y noto que la entrevista sale bastante bien. Dos días después me confirman que están interesados en que trabaje para ellos.
Me alegro bastante de haber tenido este respiro con la bancarrota inminente, y me hace gracia que no sea la primera vez que me pasa algo así.
En estos momentos llevo un mes trabajando y me va bastante bien. Me han sentado genial estos siete meses parado para estabilizarme y pensar… espero que ahora la cosa me vaya mejor. Aunque mis cloacas siguen apestando de vez en cuando si les da el calor, como dice una canción que escucho bastante últimamente.
No pienso volver a quedarme atrapado entre mi trabajo y mi “casa”. Aunque de momento estas primeras semanas no voy a poder hacer mucho más. Sin tiempo y sin dinero. Pese a eso encuentro vida a momentos, ahora lo que toca es recuperarme económicamente.

Empieza otra nueva etapa y espero disfrutarla. Sobre todo porque voy a hacer lo que me de la gana. Mantengo cierto nivel de “me da igual todo” aunque no por ello actúo carente de responsabilidad. Solamente actúo fiel a mi forma de ser, bastante seguro de mi mismo y sin miedos ni coacciones. No tengo que competir ni demostrar nada a nadie. Solo quiero vivir y trabajar en un sitio y con gente que me acepten tal y como soy. Sé que lo contrario es perder el tiempo. Y voy a intentar disfrutar de ello, con una sonrisa en la cara, hasta el próximo golpe que reciba.