Mi experiencia en el Camino de Santiago: Día 17. Camino a Negreira.


Día 17: De Santiago a Negreira.

 (24.Septiembre.’14).

et5 Al poco rato desde que me acosté empiezan a despertarme los ronquidos, por lo menos hay cuatro roncando como bestias en la habitación, que además resuena como si estuviéramos dentro de un tambor. Los tapones de los oídos se me han olvidado dentro de la mochila. Consigo medio dormir un rato en la cama hasta las cinco, pero ya no aguanto más y me levanto.

Todas las cafeterías están cerradas así que empiezo a caminar sin nada en el cuerpo. Me cuesta un poco salir de Santiago, pero finalmente encuentro el camino y cojo un sendero rodeado de árboles con la vista de Santiago alejándose por detrás. Todo está oscuro y el cielo despejado con las estrellas muy brillantes.

Me siento triste, hoy noto un poco la losa de Sara encima durante un buen rato y pienso en ella casi como si estuviéramos manteniendo una conversación. Percibo esa tristeza que tengo encima a la que ya estoy tan acostumbrado que ya casi no soy consciente de que está ahí. Será sólo un rato, luego se me pasará como ya viene siendo habitual.

A unos seis kilómetros me encuentro la primera cafetería abierta y me tomo un enorme café con leche que me hace entrar en calor y continuar el camino más animado. Empieza a amanecer y pese a que continúo por caminos asfaltados, el entorno me parece precioso. Ha cambiado algo respecto a días anteriores.

Tras pasar una cuesta ascendente bastante dura y que no esperaba me tomo un buen rato de descanso. Veo que las montañas a estas alturas del camino son más bajas, el entorno es más llano y repleto de árboles. Se aprecia más lejano el horizonte.Cruzo algunas aldeas pequeñas y urbanizaciones.

Llegó a Pontemaceira, un pueblo pequeño con aspecto medieval donde se puede ver un puente muy llamativo que, previsiblemente, se llama “El puente de Maceira” que cruza un río. Es un lugar precioso y ya queda poco para Negreira. Se ven bastantes peregrinos por el camino, nada que ver con lo de los últimos días pero más de lo que me esperaba.DSC_0596DSC_0599DSC_0603

Finalmente llego a Negreira. Me dijeron que era una aldea pequeña, pero esto es un pueblo con todos los servicios. Tiene cierto encanto sin ser nada especial. Y hay bastantes albergues. El albergue público se encuentra a unos 300 metros tras la salida del pueblo.

Sobre las doce llego al albergue. Esta en un sitio muy bonito, todo muy verde y con buenas vistas, creo que estaré a gusto. Dejo mi mochila tras las dos primeras que estaban colocadas junto a la entrada haciendo cola y me vuelvo al pueblo a tomarme una cerveza mientras espero a que abran a la 13:00. Me siento en la terraza de una cafetería a la salida del pueblo con vistas al río. Cuando vuelvo al albergue me tumbo en el césped los diez minutos que faltan para su apertura. Hace un día estupendo y me pongo al sol.DSC_0604

Llega un coche, nos abre y atiende una chica morena muy guapa. El albergue sólo tiene 20 plazas distribuidas en tres habitaciones, la mía es de ocho camas, no literas, y está todo hecho en madera. El mejor albergue que he visto durante el camino. Me ducho, tiendo la ropa que lave ayer para que se acabe de secar. Luego me preparo unos espaguetis en la cocina y me retiro a mi cama a ver si puedo hacer la siesta, hoy la necesito ya que apenas he dormido.

Cuando me despierto bajo al comedor y me saco un café de una máquina que hay al lado de un corcho lleno de carteles turísticos y alguna fotocopia con las normas de uso del albergue. Hay un chico extranjero que tendrá algo más de cuarenta años. Empezamos a conversar. Me comenta que es de Groenlandia, habla muy bien el español. Ha estado un año viviendo en Alicante estudiando Aikido. Da la casualidad de que también ha estado entrenando con Bruno Balaguer, que fue maestro mío en Alcoy. Tenemos una conversación muy interesante, es un tío con una filosofía muy espiritual. No coincide mucho con la mía pero siempre me resultan interesantes este tipo de conversaciones. El hombre se ha tomado un tiempo sabático y de alguna forma se nota que parece necesitarlo. Después hablo un rato más con una pareja de gallegos con los que voy coincidiendo desde Lugo y que se conocen, al parecer, cada palmo del camino.DSC_0606

Sobre las cinco de la tarde bajo al pueblo a comprar algo de comida y me tomo un par de copas de vino mientras escribo, algo que se está convirtiendo en una costumbre a estas horas de la tarde.

A las 19:00 subo al albergue… quedan pocas horas de luz y estoy un rato en el comedor preparándome algo para cenar. Ceno con algunos peregrinos que ya están sentados en la mesa del comedor. Junto a mí está David, un chico que empieza hoy el camino hacia Finisterre. Tiene mi edad y es andaluz, un tío bastante simpático y de los pocos españoles que hay hoy en el albergue y, en general, en el camino. Tras estar un rato con ellos me salgo fuera. Todo está oscuro, el cielo está espectacular y hay mucho silencio. Me fumo un peta disfrutando de ese momento.

Me siento tranquilo y en paz. Me voy a dormir.

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